El pasado 18
de junio el Papa Francisco presentó su encíclica “LAUDATO SI”, que refiere a la
“casa común” nuestro planeta.
El texto que
sigue brinda una visión general de las 191 páginas de la encíclica Laudato si'
y de sus puntos claves, así como un resumen de los seis capítulos ( ''Lo que
está pasando a nuestra casa''; El Evangelio de la creación; La raíz humana de
la crisis ecológica; Una ecología integral; Algunas líneas orientativas y de
acción; Educación y espiritualidad ecológica que la componen) y de sus
apartados. La encíclica termina con una Oración interreligiosa por nuestra
tierra y una Oración cristiana con la creación.
LÍNEAS
GENERALES DE LA ENCICLICA LAUDATO SI'
''¿Qué tipo
de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están
creciendo?''. Esta pregunta está en el centro de Laudato si’, la esperada
Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común. Y continúa:
''Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se
puede plantear la cuestión de modo fragmentario'', y nos conduce a
interrogarnos sobre el sentido de la existencia y el valor de
la vida social:
''¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué
trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?'': ''Si no nos
planteamos estas preguntas de fondo -dice el Pontífice – ''no creo que nuestras
preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados importantes''.
La Encíclica
toma su nombre de la invocación de san Francisco, ''Laudato si’, mi’ Signore'',
que en el Cántico de las creaturas que recuerda que la tierra, nuestra casa
común, ''es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y
como una madre bella que nos acoge entre sus brazos '' . Nosotros mismos
''somos tierra. Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del planeta,
su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura'' .
Pero ahora
esta tierra maltratada y saqueada clama y sus gemidos se unen a los de todos
los abandonados del mundo. El Papa Francisco nos invita a escucharlos, llamando
a todos y cada uno –individuos, familias, colectivos locales, nacionales y
comunidad internacional- a una ''conversión ecológica'', según expresión de San
Juan Pablo II, es decir, a ''cambiar de ruta'', asumiendo la urgencia y la
hermosura del desafío que se nos presenta ante el ''cuidado de la casa común''.
Al mismo tiempo, el papa Francisco reconoce que ''se advierte una creciente
sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece
una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro
planeta'', permitiendo una mirada de esperanza que atraviesa toda la Encíclica
y envía a todos un mensaje claro y esperanzado: ''La humanidad tiene aún la
capacidad de colaborar para construir nuestra casa común''; ''el ser humano es
todavía capaz de intervenir positivamente''; ''no todo está perdido, porque los
seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también
superarse, volver a elegir el bien y regenerarse ''.
El Papa
Francisco se dirige, claro está, a los fieles católicos, retomando las palabras
de San Juan Pablo II: ''los cristianos, en particular, descubren que su
cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el
Creador, forman parte de su fe'' , pero se propone ''especialmente entrar en
diálogo con todos sobre nuestra casa común'': el diálogo aparece en todo el
texto, y en el capítulo 5 se vuelve instrumento para afrontar y resolver los
problemas. Desde el principio el papa Francisco recuerda que también ''otras
Iglesias y Comunidades cristianas – como también otras religiones– han
desarrollado una profunda preocupación y una valiosa reflexión'' sobre el tema
de la ecología. Más aún, asume explícitamente su contribución a partir de la
del ''querido Patriarca Ecuménico Bartolomé'', ampliamente citado en los nn.
8-9. En varios momentos, además, el Pontífice agradece a los protagonistas de
este esfuerzo – tanto individuos como asociaciones o instituciones –,
reconociendo que ''la reflexión de innumerables científicos, filósofos,
teólogos y organizaciones sociales (ha) enriquecido el pensamiento de la
Iglesia sobre estas cuestiones'' e invita a todos a reconocer ''la riqueza que
las religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para el desarrollo
pleno del género humano''.
El recorrido
de la Encíclica está trazado en el n. 15 y se desarrolla en seis capítulos. A
partir de la escucha de la situación a partir de los mejores conocimientos
científicos disponibles hoy, recurre a la luz de la Biblia y la tradición
judeo-cristiana , detectando las raíces del problema en la tecnocracia y el
excesivo repliegue autorreferencial del ser humano. La propuesta de la
Encíclica es la de una ''ecología integral, que incorpore claramente las
dimensiones humanas y sociales'', inseparablemente vinculadas con la situación
ambiental. En esta perspectiva, el Papa Francisco propone emprender un diálogo
honesto a todos los niveles de la vida social, que facilite procesos de
decisión transparentes. Y recuerda que ningún proyecto puede ser eficaz si no
está animado por una conciencia formada y responsable, sugiriendo principios
para crecer en esta dirección a nivel educativo, espiritual, eclesial, político
y teológico. El texto termina con dos oraciones, una que se ofrece para ser
compartida con todos los que creen en ''un Dios creador omnipotente'' , y la
otra propuesta a quienes profesan la fe en Jesucristo, rimada con el estribillo
''Laudato si’'', que abre y cierra la Encíclica.
El texto
está atravesado por algunos ejes temáticos, vistos desde variadas perspectivas,
que le dan una fuerte coherencia interna: ''la íntima relación entre los pobres
y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está
conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de
la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el
progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología,
la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la
política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un
nuevo estilo de vida.''
CAPÍTULO 1 –
''LO QUE ESTÁ PASANDO A NUESTRA CASA'' (Calentamiento global y contaminación;
Contaminación, basura y cultura del descarte; El clima como bien común; La
cuestión del agua ;Pérdida de biodiversidad;Deterioro de la calidad de la vida
humana y decadencia socia;Inequidad planetaria;La debilidad de las reacciones.
Diversidad de opiniones)
El capítulo
asume los descubrimientos científicos más recientes en materia ambienta como
manera de escuchar el clamor de la creación, para ''convertir en sufrimiento
personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que
cada uno puede aportar''. Se acometen así ''varios aspectos de la actual crisis
ecológica ''.
EI cambio
climático: ''El calentamiento es un problema global con graves dimensiones
ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de
los principales desafíos actuales para la humanidad''. Si ''El clima es un bien
común, de todos y para todos'', el impacto más grave de su alteración recae en
los más pobres, pero muchos de los que ''tienen más recursos y poder económico
o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en
ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del
calentamiento'': ''La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros
hermanos es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por
nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil''.
La cuestión
del agua: El Papa afirma sin ambages que ''el acceso al agua potable y segura
es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la
sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de
los demás derechos humanos.'' Privar a los pobres del acceso al agua significa
negarles ''el derecho a la vida, enraizado en su inalienable dignidad''.
La pérdida de
la biodiversidad: ''Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales
que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para
siempre''. No son sólo eventuales ''recursos'' explotables, sino que tienen un
valor en sí mismas. En esta perspectiva ''son loables y a veces admirables los
esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar soluciones a los
problemas creados por el ser humano'', pero esa intervención humana, cuando se
pone al servicio de las finanzas y el consumismo, ''hace que la tierra en que
vivimos se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris ''.
La deuda
ecológica: en el marco de una ética de las relaciones internacionales, la
Encíclica indica que existe ''una auténtica deuda ecológica'', sobre todo del
Norte en relación con el Sur del mundo. Frente al cambio climático hay
''distintas responsabilidades'', y son mayores las de los países desarrollados.
Conociendo
las profundas divergencias que existen respecto a estas problemáticas, el Papa Francisco
se muestra profundamente impresionado por la ''debilidad de las reacciones''
frente a los dramas de tantas personas y poblaciones. Aunque no faltan ejemplos
positivos, señala ''un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad''.
Faltan una cultura adecuada y la disposición a cambiar de estilo de vida,
producción y consumo, a la vez que urge ''crear un sistema normativo que (...)
asegure la protección de los ecosistemas'' .
CAPÍTULO
SEGUNDO – EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN ( La luz que ofrece la fe;La sabiduría de
los relatos bíblicos;El misterio del universo; El mensaje de cada criatura en
la armonía de todo lo creado;Una comunión universal; El destino común de los
bienes;La mirada de Jesús)
Para
afrontar la problemática ilustrada en el capítulo anterior, el Papa Francisco
relee los relatos de la Biblia, ofrece una visión general que proviene de la
tradición judeo-cristiana y articula la ''tremenda responsabilidad'' del ser
humano respecto a la creación, el lazo íntimo que existe entre todas las
creaturas, y el hecho de que ''el ambiente es un bien colectivo, patrimonio de
toda la humanidad y responsabilidad de todos''.
En la
Biblia, ''el Dios que libera y salva es el mismo que ha creado el universo'', y
''en él se conjugan amor y poder''. El relato de la creación es central para
reflexionar sobre la relación entre el ser humano y las demás creaturas, y
sobre cómo el pecado rompe el equilibrio de toda la creación en su conjunto.
''Estas narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres
relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el
prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han
roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el
pecado'' .
Por ello,
aunque ''Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado
incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho
de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca
un dominio absoluto sobre las demás criaturas''. Al ser humano le corresponde
''cultivar y custodiar'' el jardín del mundo '', sabiendo que ''el fin último
de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con
nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios''.
Que el ser
humano no sea patrón del universo ''no significa equiparar a todos los seres
vivos y quitarle aquel valor peculiar que lo caracteriza; y ''Tampoco supone
una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella
y a proteger su fragilidad''. En esta perspectiva ''Todo ensañamiento con
cualquier criatura ''es contrario a la dignidad humana'', pero ''No puede ser
real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al
mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los
seres humanos.'' . Es necesaria la conciencia de una comunión universal:
''creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por
lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, (...) que nos
mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde.''
Concluye el
capítulo con el corazón del a revelación cristiana: el ''Jesús terreno'' con su
''relación tan concreta y amable con las cosas'' está ''resucitado y glorioso,
presente en toda la creación con su señorío universal'' .
CAPÍTULO
TERCERO – LA RAÍZ HUMANA DE LA CRISIS ECOLÓGICA (La tecnología: creatividad y
poder; La globalización del paradigma tecnológico; Crisis y consecuencias del
antropocentrismo moderno; El relativismo práctico; La necesidad de preservar el
trabajo; La innovación biológica a partir de la investigación)
Este
capítulo presenta un análisis del a situación actual ''para comprender no sólo
los síntomas sino también las causas más profundas'', en un diálogo con la
filosofía y las ciencias humanas.
Un primer
fundamento del capítulo son las reflexiones sobre la tecnología: se le reconoce
con gratitud su contribución al mejoramiento de las condiciones de vida, aunque
también ''dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico
para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y
del mundo entero''. Son justamente las lógicas de dominio tecnocrático las que
llevan a destruir la naturaleza y a explotar a las personas y las poblaciones
más débiles. ''El paradigma tecnológico también tiende a ejercer su dominio
sobre la economía y la política'', impidiendo reconocer que ''el mercado por sí
mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social'' .
En la raíz
de todo ello puede diagnosticarse en la época moderna un exceso de
antropocentrismo: el ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al
mundo, y asume una postura autorreferencial, centrada exclusivamente en sí
mismo y su poder. De ello deriva una lógica ''usa y tira'' que justifica todo
tipo de descarte, sea éste humano o ambiental, que trata al otro y a la
naturaleza como un simple objeto y conduce a una infinidad de formas de
dominio. Es la lógica que conduce a la explotación infantil, el abandono de los
ancianos, a reducir a otros a la esclavitud, a sobrevalorar las capacidades del
mercado para autorregularse, a practicar la trata de seres humanos, el comercio
de pieles de animales en vías de extinción, y de ''diamantes ensangrentados''. Es
la misma lógica de muchas mafias, de los traficantes de órganos, del
narcotráfico y del descarte de los niños que no se adaptan a los proyectos de
los padres .
A esta luz,
la Encíclica afronta dos problemas cruciales para el mundo de hoy. Primero que
nada el trabajo: ''En cualquier planteamiento sobre una ecología integral, que
no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo'',
pues ''Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato
es muy mal negocio para la sociedad.''
La segunda
se refiere a los límites del progreso científico, con clara referencia a los
OGM , que son ''una cuestión ambiental de carácter complejo'' . Si bien ''en
algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó
a resolver problemas, hay dificultades importantes que no deben ser
relativizadas , por ejemplo ''una concentración de tierras productivas en manos
de pocos'' . El Papa Francisco piensa en particular en los pequeños productores
y en los trabajadores del campo, en la biodiversidad, en la red de ecosistemas.
Es por ello es necesaria ''una discusión científica y social que sea
responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de
llamar a las cosas por su nombre'', a partir de ''líneas de investigación libre
e interdisciplinaria''.
CAPÍTULO
CUARTO – UNA ECOLOGÍA INTEGRAL (Ecología ambiental, económica y social;La
ecología cultural;La ecología humana y el espacio de la vida cotidiana;El
principio del bien común;Una justicia intergeneracional bien entendida)
El núcleo de
la propuesta de la Encíclica es una ecología integral como nuevo paradigma de
justicia, una ecología que ''incorpore el lugar peculiar del ser humano en este
mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea''. De hecho no podemos
''entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de
nuestra vida..'' Esto vale para todo lo que vivimos en distintos campos: en la
economía y en la política, en las distintas culturas, en especial las más amenazadas,
e incluso en todo momento de nuestra vida cotidiana.
La
perspectiva integral incorpora también una ecología de las instituciones. ''Si
todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad
tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: ''Cualquier
menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales''.
Con muchos
ejemplos concretos el Papa Francisco ilustra su pensamiento: que hay un vínculo
entre los asuntos ambientales y cuestiones sociales humanas, y que ese vínculo
no puede romperse. Así pues, el análisis de los problemas ambientales es
inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales,
urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, porque ''no hay dos
crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja
crisis socioambiental'' .
Esta
ecología ambiental ''es inseparable de la noción del bien común'', que debe
comprenderse de manera concreta: en el contexto de hoy en el que ''donde hay tantas
inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos
humanos básicos'', esforzarse por el bien común significa hacer opciones
solidarias sobre la base de una ''opción preferencial por los más pobres''.
Este es el mejor modo de dejar un mundo sostenible a las próximas generaciones,
no con las palabras, sino por medio de un compromiso de atención hacia los
pobres de hoy como había subrayado Benedicto XVI: ''además de la leal
solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de
una renovada solidaridad intrageneracional'' .
La ecología
integral implica también la vida cotidiana, a la cual la Encíclica dedica una
especial atención, en particular en el ambiente urbano. El ser humano tiene una
enorme capacidad de adaptación y ''Es admirable la creatividad y la generosidad
de personas y grupos que son capaces de revertir los límites del ambiente,
(...) aprendiendo a orientar su vida en medio del desorden y la precariedad.''.
Sin embargo, un desarrollo auténtico presupone un mejoramiento integral en la
calidad de la vida humana: espacios públicos, vivienda, transportes, etc.
También
''nuestro cuerpo nos pone en relación directa con el ambiente y con los demás
seres humanos. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria
para acoger y aceptar el mundo entero como don del Padre y casa común; en
cambio una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica
a veces sutil de dominio'' .
CAPÍTULO
QUINTO – ALGUNAS LÍNEAS ORIENTATIVAS Y DE ACCIÓN ( El diálogo sobre el ambiente
en la política internacional;El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y
locales;Favorecer debates sinceros y honestos;Política y economía en diálogo
para la plenitud humana;Las religiones en el diálogo con las ciencias)
Este
capítulo afronta la pregunta sobre qué podemos y debemos hacer. Los análisis no
bastan: se requieren propuestas ''de diálogo y de acción que involucren a cada
uno de nosotros y a la política internacional'' y ''que nos ayuden a salir de
la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo''. Para el Papa
Francisco es imprescindible que la construcción de caminos concretos no se
afronte de manera ideológica, superficial o reduccionista. Para ello es
indispensable el diálogo, término presente en el título de cada sección de este
capítulo: ''Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente,
donde es difícil alcanzar consensos. (...) la Iglesia no pretende definir las
cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate
honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías
no afecten al bien común''.
Sobre esta
base el Papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre las dinámicas
internacionales recientes: ''las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los
últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión
política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos
y eficaces''. Y se pregunta ''¿por qué se quiere mantener hoy un poder que será
recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario
hacerlo?. Son necesarias, como los Pontífices han repetido muchas veces a
partir de la Pacem in terris, formas e instrumentos eficaces de gobernanza
global : ''necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza global para
toda la gama de los llamados ''bienes comunes globales'', dado que 'la
protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de
costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del
mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente''.
Aún en este
capítulo, el Papa Francisco insiste sobre el desarrollo de procesos
decisionales honestos y transparentes, para poder ''discernir'' las políticas e
iniciativas empresariales que conducen a un ''auténtico desarrollo integral''.
En particular, el estudio del impacto ambiental de un nuevo proyecto ''requiere
procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción
que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores
suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente''.
La llamada a
los que detentan encargos políticos es particularmente incisiva, para que
eviten ''la lógica eficientista e inmediatista'' que hoy predomina. Pero ''si
se atreve a hacerlo, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como
humano y dejará tras su paso por esta historia un testimonio de generosa
responsabilidad''.
CAPÍTULO
SEXTO – EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA (Apostar por otro estilo de vida
Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente;La conversión
ecológica; Gozo y paz ;El amor civil y político;Los signos sacramentales y el
descanso celebrativo; La Trinidad y la relación entre las criaturas;La Reina de
todo lo creado;Más allá del sol)
El capítulo
final va al núcleo de la conversión ecológica a la que nos invita la Encíclica.
La raíz de la crisis cultural es profunda y no es fácil rediseñar hábitos y
comportamientos. La educación y la formación siguen siendo desafíos básicos:
''todo cambio requiere motivación y un camino educativo''. Deben involucrarse
los ambientes educativos, el primero ''la escuela, la familia, los medios de
comunicación, la catequesis''.
El punto de
partida es ''apostar por otro estilo de vida'', que abra la posibilidad de
''ejercer una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico
y social''. Es lo que sucede cuando las opciones de los consumidores logran
''modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el
impacto ambiental y los modelos de producción''.
No se puede
minusvalorar la importancia de cursos de educación ambiental capaces de cambiar
los gestos y hábitos cotidianos, desde la reducción en el consumo de agua a la
separación de residuos o el ''apagar las luces innecesarias''. ''Una ecología
integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la
lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo.'' Todo ello será más
sencillo si parte de una mirada contemplativa que viene de la fe. ''Para el
creyente, el mundo no se contempla desde afuera sino desde adentro,
reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres.
Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la
conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su
entusiasmo''.
Vuelve la
línea propuesta en la Evangelii Gaudium: ''La sobriedad, que se vive con
libertad y conciencia, es liberadora'', así como ''La felicidad requiere saber
limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las
múltiples posibilidades que ofrece la vida.'' De este modo se hace posible
''sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por
los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos''.
Los santos
nos acompañan en este camino. San Francisco, mencionado muchas veces, es el
''ejemplo por excelencia del cuidado por lo que es débil y de una ecología
integral, vivida con alegría''. Pero la Encíclica recuerda también a San
Benito, Santa Teresa de Lisieux y al beato Charles de Foucauld.
Después de
la Laudato si’, el examen de conciencia –instrumento que la Iglesia ha
aconsejado para orientar la propia vida a la luz de la relación con el Señor-
deberá incluir una nueva dimensión, considerando no sólo cómo se vive la
comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con todas las
creaturas y la naturaleza''. (Fuente: news.va)
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