13 de
Junio de 2015
Hermanos
queridos:
Llenos
de gozo celebramos la Eucaristía en el día de San Antonio de Padua, patrono de
esta Parroquia, constituida desde hace seis años en Catedral de nuestra
Diócesis de Oberá.
Saludo
con distinguido aprecio a las autoridades que nos honran con su presencia: el
Sr. Intendente Municipal, el Presidente del H. Consejo Deliberante y demás
integrantes del Cuerpo Legislativo, miembros del Poder Judicial, autoridades de
las Fuerzas de Seguridad y de diversas instituciones de la ciudad.
Un
abrazo fraternal a los niños, jóvenes, padres, madres de familia, abuelos y
ancianos, cuyos rostros representan nuestra Iglesia Diocesana presente en las
18 sedes parroquiales; desde El Soberbio hasta San Javier, desde San Vicente
hasta Itacaruaré, desde San Martín a las parroquias de la ruta costera,
sobre
el río Uruguay.Coronando la Novena que ha precedido esta fiesta, Dios conceda a la Parroquia San Antonio la gracia de ser “santuario donde todos los sedientos acudan a beber y centro constante de envío misionero”, fortalezca e ilumine a su párroco y vicario, P. Armando y P. Carlos, al Diácono Ricardo y todo el laicado que en esta sede y sus capillas desarrollan su misión pastoral. Un cariño especial a las Hnas. Marianas, en el Año de la Vida Consagrada.
Como
Iglesia llamada a ser Casa de todos, elevamos una sentida oración por las
familias,... digan lo que digan, -la familia-es y será la base fundamental de
la sociedad; sin familias sólidas la sociedad cruje por todos lados…, por los
jóvenes, llamados a ser “callejeros de la fe” y protagonistas de la historia
con audacia y creatividad; por los abuelos invitados por Francisco a “abrir la
boca” para aportar su sabiduría y experiencia de vida a los hijos y nietos; por
los dirigentes políticos y de todas las instituciones en una hora decisiva de
la patria que requiere grandeza de alma y espíritu de servicio para procurar el
bien común de nuestro pueblo, sobre todo de los más necesitados; por los
enfermos, afectados por dolencias físicas, psíquicas y morales y por todos los
difuntos, entre los cuales recordamos a nuestro primer Obispo Víctor, P. Hugo,
Diácono Roberto y al querido P. Guillermo, fundador de tres Hogares de caridad,
cuya vida y ministerio han sido un regalo de Dios para la ciudad y la Diócesis.
En esta
fiesta de San Antonio, -cerrando las reflexiones compartidas por diversos
sacerdotes que presidieron la Eucaristía-procuraré responder algunas preguntas
que nos suelen hacer sobre los santos. ¿Quiénes son los santos? ¿Son piezas de
museo, o su vida tiene actualidad? En ese caso, ¿es posible la santidad hoy, o
es para seres de otro mundo?
Ante
todo afirmemos lo siguiente: La perla de las Iglesia son sus santos. Ellos son
los que nos permiten presentarnos ante el mundo sin demasiada vergüenza.
Santos conocidos y desconocidos, grandes santos- como Antonio de Padua- que asombraron el mundo y pequeños santos que iluminaron una casa, una familia, una ciudad. Hombres y mujeres, que son la avanzada de la Iglesia, la verdadera mayoría de la Iglesia, los mejores traductores del Evangelio…Están aquellos beatificados y canonizados, puestos como modelos e intercesores, amigos de Dios y de los hombres, pero sin duda la Iglesia cuenta con lo que Francisco llama la clase media de la santidad, de la que forma parte gente que conocimos o conocemos; sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, jóvenes, niños, padres y abuelos y sobre todo ¡tantas madres y abuelas!, …cada uno podría mencionar el nombre de muchos de ellos.
Esta clase media -en la que aspiramos estar- es la que mantiene en pie la sociedad, la patria, la Iglesia, las instituciones…No es gente de una raza especial, no tiene prensa ni fama; muchos tuvieron y tienen que afrontar fuertes pruebas, tentaciones y caídas... Solo que ellos, como todos los santos… ponen la mano en el arado y no miran hacia atrás…
Algo
que caracteriza a los santos es la “exageración” y la “locura”. Sí la
exageración evangélica y la locura de amor por los más pequeños y débiles, la
búsqueda incesante de la oveja perdida, la misericordia y la ternura con el
hijo que regresa después de aventuras que le dejaron vacío los bolsillos y el
alma; el perdonar 70 veces 7 y sin condiciones, el compartir lo que se tiene
-poco o mucho-, el echar las redes cuando todo parece inútil, el sembrar
empecinadamente, aunque gran parte caiga la borde del camino, el abajarse para
lavar los pies heridos de los que Dios pone a nuestro lado, como lo hizo Jesús
en la Ultima Cena…
Santos
son los que toman en serio el Bautismo, la Confirmación, el Orden Sagrado, el
Matrimonio, los Votos religiosos…vivieron y viven los Mandamientos y las
Bienaventuranzas ¡Esta fue su exageración y su locura! Sin duda auténticos
revolucionarios a los que estamos llamados a unirnos para salir del default
ético y moral que nos saque de la mediocridad, la frialdad, el egoísmo, la
avaricia, la violencia y la corrupción.
Es
claro entonces que, los santos no son piezas de museo, o tan sólo objetos de
nuestra veneración, los santos reclaman imitación: “Si ellos lo hicieron…¿Por
qué no yo?”, decía San Ignacio de Loyola. El llamado, la vocación a la santidad
es para todos. ¡Este es el lío que nos pide Francisco! ¡El lío de la
exageración evangélica y la locura del amor! Hagan lío es igual a ¡sean santos!
Realmente
lo que valora y justifica a una comunidad cristiana son los santos que salen de
ella. El nivel de una Iglesia no se mide por sus números; una comunidad
cristiana es grande y auténtica cuando en ella florecen vocaciones a la
santidad.
Esta es
la gracia que deseamos pedir en esta fiesta patronal y diocesana, en esta hora
de la ciudad, de la patria y del mundo. Así Sea.
+Damián
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