Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis
del miércoles pasado nos detuvimos en las palabras iniciales
del Credo: «Creo en Dios». Pero la profesión de fe especifica esta afirmación:
Dios es el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Así que
desearía reflexionar ahora con vosotros sobre la primera, fundamental,
definición de Dios que el Credo nos presenta: Él es Padre
No es siempre fácil hablar hoy de paternidad. Sobre todo en
el mundo occidental, las familias disgregadas, los compromisos de trabajo cada
vez más absorbentes, las preocupaciones y a menudo el esfuerzo de hacer cuadrar
el balance familiar, la invasión disuasoria de los medios de comunicación
social en el interior de la vivencia cotidiana: son algunos de los muchos
factores que pueden impedir una serena y constructiva relación entre padres e
hijos. La comunicación es a veces difícil, la confianza disminuye y la relación
con la figura paterna puede volverse problemática; y entonces también se hace
problemático imaginar a Dios como un padre, al no tener modelos adecuados de
referencia. Para quien ha tenido la experiencia de un padre demasiado
autoritario e inflexible, o indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente, no
es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y abandonarse a Él con
confianza.