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DE ENERO DE 2015
NO ESCLAVOS, SINO HERMANOS
1.
Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a
la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y
naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las
diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis
oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de
sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como
por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial
para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con
todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en
el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de
nuestra humanidad.
En
el mensaje para el 1 de enero pasado, señalé que del «deseo de una vida plena…
forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión
con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino
hermanos a los que acoger y querer».(N1) Siendo el hombre un ser
relacional, destinado a realizarse en un