Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo
que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un
padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio la
voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen
padre.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para
querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre
bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que
acaba en un pequeño demonio. El buen padre no hace ídolos; vive la presencia
del
único Dios.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole
crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno amanteca la voluntad
de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter del hijo llevándolo por el
camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez
decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años
respetado, querido, y a la larga, comprendido. (Fuente: aciprensa)
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