lunes, 13 de marzo de 2017

En cuaresma ¿Ayuno y penitencia, por qué?

 Un bien personal
La cuaresma es un tiempo propicio para practicar el ayuno y la penitencia (“Haz penitencia y te daré la salvación”, Ez 21-23) porque aunque son prácticas que parecen antiguas, nunca han quedado en el cajón de los recuerdos. Ambas nos sirven como preparación espiritual para llegar a la Pascua con un corazón renovado y dispuesto.
Se trata de mirar dentro, en el corazón, donde surgen las más profundas intenciones (Mc 7, 21-23) y hacer un gran esfuerzo por dar un giro en nuestra vida, un cambio. Para ello es necesario esforzarnos por hacer que nuestra voluntad no nos domine, sino que por el contrario, nosotros ejerzamos nuestro dominio sobre ella, una manera simple es la de privarnos de comer aquello que nos
gusta (esto es penitencia pero también ayuno), pero una más profunda es aquella con la que nos obligamos a ayunar de malas acciones que realizamos (chismes, críticas, quejas, negatividad, etc) todo para crecer en gracia y santidad.
Si cada uno de nosotros hiciera lo posible por cambiar cada día un poquito de estas malas inclinaciones que muchas veces consentimos, qué diferente sería nuestra próxima Pascua.


Un bien fraterno
El ayuno y penitencia no sólo se hacen buscando el bien personal, sino también buscando el bien de nuestros hermanos. La Virgen María en sus apariciones de Fátima y Lourdes ha pedido que se haga sacrificios por la conversión del mundo, y para evitar desastres, guerras, incluso que se pierdan las almas, como ella misma lo dice a los pastorcitos en Fátima el día 13 de julio de 1917.

Con el ayuno también nos hacemos solidarios con los más pobres, ya que un modo concreto sería acercar a las flias necesitadas esos alimentos de los que nos privamos para que ellos hagan uso de los mismos.

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