“El designio benevolente” de Dios para el hombre, del que
habla San Pablo en la Carta a los Efesios, fue el tema elegido por el Santo
Padre para la catequesis de la audiencia general de los miércoles. La oración
de bendición que el apóstol Pablo eleva a Dios Padre en ese texto, dijo el Papa
“nos introduce a vivir el tiempo de Adviento, en el contexto del Año de la Fe.
El tema de este himno de alabanza es el plan de Dios para el hombre, definido
con términos de gozo, asombro y agradecimiento de misericordia y amor”.
El apóstol eleva esta bendición a Dios porque “ve su obrar
en la historia de salvación, cuyo culmen fue la encarnación, muerte y
resurrección de Jesús, y comprende cómo el Padre nos ha elegido antes de la
creación del mundo para ser sus hijos adoptivos, en su Hijo Unigénito,
Jesucristo. El “designio benevolente”, que el apóstol llama también el “plan de
amor” es definido como “el misterio” de la voluntad divina, escondido y
manifestado ahora en la persona y la obra de Cristo. La iniciativa divina
precede toda respuesta humana, es un don gratuito de su amor que nos acoge y
transforma”.
¿Cuál es el objetivo final de este plan misterioso? Es el de
“recapitular en Cristo todas las cosas y esto significa que en el gran designio
de la creación y de la historia, Cristo se alza como el centro del camino del
mundo, como la columna vertebral de todo, que atrae hacia sí toda la realidad
para superar la dispersión y el límite y conducirla a la plenitud querida por
Dios”.
Pero este "designio benevolente", explicó
Benedicto XVI, “no se quedó, por decirlo de alguna forma, en el silencio de
Dios, en las alturas de su cielo: nos lo dio a conocer entrando en relación con
el ser humano, al cual no reveló algo, sino a sí mismo. No comunicó simplemente
un conjunto de verdades, se comunicó a sí mismo, hasta llegar a ser uno de
nosotros, a encarnarse.
Esta comunión en Cristo, por el Espíritu Santo, ofrecida por
Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se
superpone a nuestra humanidad, sino el cumplimiento de los más profundos
anhelos humanos, de ese deseo de infinito y de plenitud que habita en las
profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad que no es temporal ni
limitada, sino eterna”.
En esta perspectiva “el acto de fe es la respuesta del
hombre a la Revelación de Dios que se da a conocer, que manifiesta su “designio
benevolente” para la humanidad. Es dejarse aferrar por la Verdad que es Dios,
una verdad que es amor. Todo esto conduce a una “conversión”, a un cambio de
mentalidad, porque el Dios que se reveló en Cristo y nos dio a conocer su
designio, nos aferra, nos atrae hacia Él, se convierte en el sentido que
sostiene nuestra existencia, en la roca en la que ésta encuentra estabilidad”.
El Santo Padre concluyó recordando que el Adviento “nos pone
frente ante al misterio luminoso de la venida del Hijo de Dios; frente al gran
"designio benevolente" con el que quiere atraernos a Sí, para
hacernos vivir en plena comunión de alegría y paz con El y nos invita una vez
más, en medio de tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está
presente, de que entró en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para
llevar a la plenitud su designio de amor. Y Dios nos pide que también nosotros
seamos una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra
esperanza, nuestro amor quiere, siempre de nuevo que su luz resplandezca en
nuestra noche”.
(Fuente: aica.org)
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