Las etapas de la Revelación, señaladas en las
Escrituras y que culminan en el Adviento de Jesús, fue el tema de la catequesis
de Benedicto XVI durante la audiencia general de los miércoles que tuvo lugar
en el Aula Pablo VI. En el Año de la Fe el Papa renovó la invitación a leer más
a menudo la Biblia y a prestar atención a las lecturas de la misa dominical
subrayando que todo ello constituye “un alimento inapreciable para nuestra fe”.
“Leyendo el Antiguo Testamento –observó el
pontífice- vemos que Dios se revela no solo en el acto primordial de la
creación, sino entrando en nuestra historia, en la historia de un pequeño
pueblo que no era ni el más numeroso, ni el más fuerte. Y esta revelación de
Dios culmina en Jesucristo. Dios, el Logos, la Palabra creadora que está en el
origen del mundo, se encarnó en Jesús y mostró el verdadero rostro de Dios. En
Jesús se cumplen todas las promesas, en Él culmina la historia de Dios con la
humanidad”.
“El Catecismo de la Iglesia Católica -recordó el
Santo Padre - resume las etapas de la revelación divina: Dios ha invitado al
hombre, desde el principio, a una comunión profunda con Él, e incluso cuando el
hombre, por su desobediencia, pierde su amistad, Dios no lo abandona al poder
de la muerte; al contrario, le ofrece muchas veces su alianza.
El Catecismo recorre el camino de Dios con el hombre
desde la alianza con Noé después del diluvio, a la llamada de Abraham a salir
de su tierra para hacerle padre de una multitud de pueblos. Dios constituye a
Israel como su pueblo, a través del Éxodo, la alianza del Sinaí y el don, por
medio de Moisés, de la Ley para ser reconocido y servido como el único Dios
vivo y verdadero. Con los profetas, Dios conduce a su pueblo a la esperanza de
la salvación.
Al final no se espera ya sólo a un rey, a un hijo de
David, sino a un “Hijo del hombre, la salvación para todos los pueblos. Vemos
así como el camino de Dios se ensancha, se abre cada vez más hacia el misterio
de Cristo, el Rey del Universo. En Cristo se realiza finalmente la salvación en
su plenitud, el designio benevolente de Dios. Él mismo se hace uno de
nosotros”. Todas esas etapas demuestran “un único designio de salvación
dirigido a toda la humanidad, que se revela y se realiza progresivamente con la
potencia divina”.
El Papa concluyó hablando del tiempo litúrgico de
Adviento que nos prepara para la Navidad. “Como todos sabemos -dijo- la palabra
'Adviento' significa 'venida', 'presencia', y antiguamente indicaba la llegada
del rey o del emperador a una determinada provincia. Para nosotros los
cristianos, significa una realidad maravillosa y desconcertante. Dios mismo
atravesó su cielo y se inclinó hacia el hombre; forjó una alianza con él,
entrando en la historia de un pueblo.
Él es el rey que bajó a esta pobre provincia que es
la tierra, y nos obsequió con su visita asumiendo nuestra carne, haciéndose
hombre como nosotros. El Adviento nos invita a recorrer el camino de esta
presencia y nos recuerda una y otra vez que Dios no se fue del mundo, que no
está ausente, que no nos abandona; al contrario, nos sale al encuentro de
diferentes maneras que tenemos que aprender a discernir. Y también nosotros,
con nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, estamos llamados, día tras
día, a entrever esta presencia y dar testimonio de ella en el mundo a menudo
superficial y distraído, a hacer que brille en nuestras vidas la luz que
iluminó la gruta de Belén”.
(Fuente: aica.org)
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