Antes de la llegada del Señor, los hombres vivían en
tinieblas, sin esperanza. Pero el Señor ha venido, y es como si una gran luz
hubiera amanecido sobre todos y la alegría y la paz, la felicidad y el amor
hubieran iluminado todos los corazones. Jesús es la luz que ha venido a
iluminar y transformar a todos los hombres.
Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a
Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino
a todos los pueblos.
Epifanía quiere decir "manifestación", iluminación.
Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres del mundo, a todas las
regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a
todos los
pueblos y ser luz de todas las naciones.
En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se revela a
todos los hombres. Dios quiere la felicidad del mundo entero. Él ama a cada uno
de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su
nacionalidad, su color o su raza.
Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz
del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos
nuestra adoración como los magos.
El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en
Oriente, pero con un sentido pagano: En Egipto y Arabia, durante la noche del 5
al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. Creían que él se
manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que
coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios
del dios Dionisio en favor de sus devotos.
La fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de
Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la
manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a
adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo
que hoy es Francia.
La historia de los Reyes Magos se puede encontrar en Mateo 2,
1-12
(Fuente: catholic.net)
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