El Papa Francisco
retomó hoy sus acostumbradas audiencias generales de los miércoles y recordó el
gran evento de la Jornada Mundial de la Juventud celebrado en Río de Janeiro
(Brasil) a finales de julio. El Santo Padre también explicó que un joven que
acoge a Cristo es motivo de esperanza para la Iglesia y el mundo.
A continuación el texto
completo de la audiencia general:
"Reanudamos el
camino de las catequesis, después de las vacaciones de agosto, pero hoy quiero
contarles acerca de mi viaje a Brasil, con motivo de la Jornada Mundial de la
Juventud. Ha pasado más de un mes, pero creo que es importante volver sobre
este evento, pues la distancia de tiempo permite captar mejor el sentido.
En primer lugar quiero
dar las gracias al Señor, porque Él lo guió todo con su providencia. ¡Para mí,
viniendo de las Américas, fue un bonito regalo! Y por ello agradezco también a
Nuestra Señora de Aparecida, que acompañó todo este viaje: hice la
peregrinación al gran santuario nacional de Brasil, y su venerada imagen estaba
siempre presente en el escenario de la JMJ.
Estaba muy feliz por
eso, porque Nuestra Señora de Aparecida es muy importante para la historia de
la Iglesia en Brasil, pero también para toda América Latina; los Obispos
latinoamericanos y del Caribe en Aparecida vivimos una Asamblea General, con el
Papa Benedicto: una etapa muy importante del camino pastoral en aquella parte
del mundo en la que vive la mayor parte de la Iglesia católica.
Aunque ya lo he hecho,
quiero renovar mi agradecimiento a todas las autoridades civiles y
eclesiásticas, a los voluntarios, a la seguridad, a las comunidades
parroquiales de Rio de Janeiro y de otras ciudades en Brasil,
donde los
peregrinos fueron recibidos con gran fraternidad.
De hecho, la acogida de
las familias brasileñas y de las parroquias fue una de las características más
bonitas de esta JMJ. Buena gente estos brasileños. Tienen un corazón muy
grande. La peregrinación siempre implica inconvenientes, pero la acogida ayuda
a superarlos y, de hecho, los transforma en ocasiones para el conocimiento y la
amistad.
Nacen lazos que luego,
se mantienen, sobre todo en la oración. También así crece la Iglesia en todo el
mundo, como una red de verdaderos amigos en Jesucristo, una red que te prende y
a la vez te libera. Así pues, acogida, esta es la primera palabra que surge de
la experiencia del viaje a Brasil.
Otra palabra clave
puede ser fiesta. La JMJ es siempre una fiesta, porque cuando una ciudad está
llena de chicos y chicas que van por las calles con banderas de todo el mundo,
saludándose, abrazándose, esto es una verdadera fiesta. Es una señal para
todos, no sólo para los creyentes.
Pero después está la
fiesta más grande que es la fiesta de la fe, cuando alabamos al Señor juntos,
cantando, escuchando la Palabra de Dios, permaneciendo en silencio de
adoración: todo esto es la culminación de la JMJ, es el verdadero propósito de
esta peregrinación, y se vive de una manera particular en la gran Vigilia del
sábado por la noche y en la Misa final. Ésta es pues la gran fiesta, la fiesta
de la fe y de la fraternidad, que inicia en este mundo y que no tendrá fin.
¡Pero esto sólo es posible con el Señor! Sin el amor de Dios no hay verdadera
fiesta para el hombre!
Acogida, fiesta. Pero
no puede faltar un tercer elemento: la misión. Esta JMJ se caracterizó por un
tema misionero: "Vayan y hagan discípulos de todas las naciones".
Hemos oído la palabra de Jesús: es la misión que nos ha dado a todos. Es el mandato
de Cristo resucitado a sus discípulos: "¡Vayan!", salgan de sí
mismos, de toda cerrazón para llevar la luz y el amor del Evangelio a todos,
hasta las extremas periferias de la existencia!
Y fue precisamente ese
mandato de Jesús que he confiado a los jóvenes que llenaban la inmensa playa de
Copacabana. Un lugar simbólico, la orilla del océano, que parecía sugerir la
orilla del lago de Galilea. Sí, porque aún hoy en día el Señor repite:
"Vayan..." y agrega: " Yo estoy con vosotros, todos los días ...".
¡Esto es fundamental !Sólo a través de Cristo podemos llevar el evangelio. Sin
Él no podemos hacer nada, nos lo ha dicho Él mismo ( cf. Jn 15,5).
Con él, en cambio,
unidos a Él, podemos hacer mucho. Incluso un chico, una chica, que a los ojos
del mundo cuenta poco o nada, ante los ojos de Dios es un apóstol del Reino,
¡es una esperanza para Dios! A todos los jóvenes quisiera preguntar con fuerza:
¿Quieren ser una esperanza para Dios? ¿Quieren ser una esperanza para la
Iglesia?
Un joven corazón que
acoge el amor de Cristo, se convierte en esperanza para los otros, ¡es una
fuerza inmensa! ¡Vosotros chicos y chicas, todos los jóvenes deben
transformarse en esperanza! Abran las puertas hacia un mundo nuevo de
esperanza. Ésta es su misión ¿Quieren ser esperanza para todos nosotros?
Pensemos en lo que significa aquella multitud de jóvenes que han encontrado a
Cristo resucitado, en Río de Janeiro, y llevan su amor en la vida de cada día,
lo viven, lo comunican.
No terminan en los
periódicos, porque no cometen actos violentos, no hacen escándalos, y por lo
tanto no son noticia. Pero si permanecen unidos a Jesús, construyen su Reino,
construyen fraternidad, comparten obras de misericordia, ¡son una fuerza
poderosa para que el mundo sea más justo y más hermoso, para transformarlo!
Pido ahora a los chicos y chicas: ¿tienen ustedes la valentía de asumir este
reto? ¿Se animan para ser esta fuerza de amor y de misericordia que tiene el
coraje de querer cambiar el mundo?
Queridos amigos, la
experiencia de la JMJ nos recuerda la verdadera y gran noticia de la historia,
la Buena Nueva, a pesar de que no aparece en los periódicos y en la televisión:
somos amados por Dios, que es nuestro Padre y que envió a su Hijo Jesús para
que estuviera cerca de cada uno de nosotros y nos salve. A salvarnos y a
perdonarnos todo, porque Él siempre perdona. Porque Él es bueno y
misericordiosos.
Acordaos: acogida,
fiesta, misión: tres palabras. Que estas palabras no sean solo un recuerdo de
lo que sucedió en Río, sino que sean el alma de nuestra vida y la vida de
nuestras comunidades. Gracias.
(Fuente:
aciprensa.com)
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