viernes, 16 de mayo de 2014

CONCLUSIÓN AL ANTIGUO TESTAMENTO

Los libros del Antiguo Testamento pretenden mostrarnos lo mucho que Dios nos ama, cómo quiso hacer una Alianza con nosotros para llevarnos a una vida de comunión con Él. Este proyecto divino convierte la historia de Israel, y nuestra historia, en “Historia de Salvación”. Todos los libros del Antiguo Testamento, desde diferentes puntos, remiten al Mesías, Jesucristo, que aparece en la “plenitud de los tiempos”. Cristo es el eje de toda la Biblia, el que da sentido a todos los hechos de la historia de salvación.

Todo comienza con el pueblo de Israel. ¿Por qué él, si es un pequeño pueblo, de poco interés para la historia de las grandes civilizaciones, como fueron Egipto, Siria, Persia y Roma? Porque Dios así lo quiso. La pequeñez de la historia de este insignificante pueblo fue objeto de la maravillosa acción salvífica del Señor. Dios lo escogió para hacerle “Su Pueblo”, del que vendría para todos los hombres su mismo Hijo, el Salvador. Dios guió con su mano providencial la historia
de Israel, infundió su Espíritu en sus escritos y literatura, que se convirtieron así en Palabra de Dios.

Los escritos del Antiguo Testamento tienen su origen en la tradición oral del pueblo. Es importante este hecho, pues la historia antigua de Israel fue transmitida oralmente de padres a hijos. Y se empezó a escribir la historia del pueblo de Dios hacia el año 1000 a.C., es decir, en el tiempo del rey David. Todas las épocas anteriores, la de los patriarcas, la de Moisés, la de los jueces, la del rey Saúl, se transmitían oralmente.

Esto no quiere decir que no hubiera entonces documentos escritos. Se conservan trozos de historia muy antigua (p.e. el código de la Alianza: Éxodo 20 y Deuteronomio 5) y poemas...y alrededor de estas piezas antiguas se transmitían oralmente la historia, los ritos, las costumbres y la fe de ese pueblo.

Una vez que David y sobre todo Salomón, dieron importancia a los escribas en el Reino de Israel, llegó la hora que todos esos materiales de tradición oral pudieron cristalizarse en escritos y libros.

Los 50 años de destierro de Babilonia fueron decisivos para este pueblo de Israel. Era el año 587. Israel había perdido todo: su tierra, su templo, su rey. ¿Perdería también su fe en Dios? Ciro, rey de los Persas, en el 538, da libertad a los judíos, y vuelven a Palestina. La Comunidad, purificada por el sufrimiento del destierro, vive pobremente. Y durante los 500 años que siguen, hasta llegar a Jesús, el pueblo repasa varias veces su historia: se lee y se recopilan los escritos y los libros de la ley. Los mismos sabios, bajo la inspiración de Dios, nos ofrecen obras doctrinales maravillosas: Proverbios, Job, Tobías, etc.


En el año 333 a.C. Alejandro de Macedonia conquista los pueblos de Medio Oriente, incluida Palestina, y extiende por todas partes la cultura y la lengua griegas. En el año 167 a.C. un sucesor de Alejandro intenta obligar, bajo pena de muerte, a los judíos a renegar de su fe. Es la época de los mártires de Israel, en el libro de los Macabeos. El pueblo conquista su libertad en el año 165 a.C. Es la época de Daniel. En el año 63 a.C. Roma conquista Palestina y pone a Herodes como su representante. Ya estamos en el umbral de la “plenitud de los tiempos” . ¡Nace Jesús!

(Fuente: catholic.net)

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