Los libros del
Antiguo Testamento pretenden mostrarnos lo mucho que Dios nos ama, cómo quiso
hacer una Alianza con nosotros para llevarnos a una vida de comunión con Él.
Este proyecto divino convierte la historia de Israel, y nuestra historia, en
“Historia de Salvación”. Todos los libros del Antiguo Testamento, desde
diferentes puntos, remiten al Mesías, Jesucristo, que aparece en la “plenitud
de los tiempos”. Cristo es el eje de toda la Biblia, el que da sentido a todos
los hechos de la historia de salvación.
Todo comienza
con el pueblo de Israel. ¿Por qué él, si es un pequeño pueblo, de poco interés
para la historia de las grandes civilizaciones, como fueron Egipto, Siria,
Persia y Roma? Porque Dios así lo quiso. La pequeñez de la historia de este
insignificante pueblo fue objeto de la maravillosa acción salvífica del Señor.
Dios lo escogió para hacerle “Su Pueblo”, del que vendría para todos los
hombres su mismo Hijo, el Salvador. Dios guió con su mano providencial la historia
de Israel, infundió su Espíritu en sus escritos y literatura, que se
convirtieron así en Palabra de Dios.
Los escritos
del Antiguo Testamento tienen su origen en la tradición oral del pueblo. Es
importante este hecho, pues la historia antigua de Israel fue transmitida
oralmente de padres a hijos. Y se empezó a escribir la historia del pueblo de
Dios hacia el año 1000 a.C., es decir, en el tiempo del rey David. Todas las
épocas anteriores, la de los patriarcas, la de Moisés, la de los jueces, la del
rey Saúl, se transmitían oralmente.
Esto no quiere
decir que no hubiera entonces documentos escritos. Se conservan trozos de
historia muy antigua (p.e. el código de la Alianza: Éxodo 20 y Deuteronomio 5)
y poemas...y alrededor de estas piezas antiguas se transmitían oralmente la
historia, los ritos, las costumbres y la fe de ese pueblo.
Una vez que
David y sobre todo Salomón, dieron importancia a los escribas en el Reino de
Israel, llegó la hora que todos esos materiales de tradición oral pudieron
cristalizarse en escritos y libros.
Los 50 años de
destierro de Babilonia fueron decisivos para este pueblo de Israel. Era el año
587. Israel había perdido todo: su tierra, su templo, su rey. ¿Perdería también
su fe en Dios? Ciro, rey de los Persas, en el 538, da libertad a los judíos, y
vuelven a Palestina. La Comunidad, purificada por el sufrimiento del destierro,
vive pobremente. Y durante los 500 años que siguen, hasta llegar a Jesús, el
pueblo repasa varias veces su historia: se lee y se recopilan los escritos y
los libros de la ley. Los mismos sabios, bajo la inspiración de Dios, nos
ofrecen obras doctrinales maravillosas: Proverbios, Job, Tobías, etc.
En el año 333
a.C. Alejandro de Macedonia conquista los pueblos de Medio Oriente, incluida
Palestina, y extiende por todas partes la cultura y la lengua griegas. En el
año 167 a.C. un sucesor de Alejandro intenta obligar, bajo pena de muerte, a
los judíos a renegar de su fe. Es la época de los mártires de Israel, en el
libro de los Macabeos. El pueblo conquista su libertad en el año 165 a.C. Es la
época de Daniel. En el año 63 a.C. Roma conquista Palestina y pone a Herodes
como su representante. Ya estamos en el umbral de la “plenitud de los tiempos”
. ¡Nace Jesús!
(Fuente: catholic.net)
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