I. OBJETIVO
DOCTRINAL: Estudiaremos el entorno histórico y cultural del Nuevo Testamento.
II. OBJETIVO
VIVENCIAL: Adentrarnos al Nuevo Testamento con la lupa de la fe, para
encontrarnos con la Nueva Noticia del Padre: Este es mi Hijo muy amado:
escuchadle.
III. TESIS:
Los acontecimientos narrados en el Nuevo Testamento van desde el nacimiento de
Jesús hasta el año 60-65. Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos desde
el año 51 (carta de san Pablo a los Tesalonicenses) hasta el año 90-100
(Apocalipsis y carta a los hebreos). Los escritos del Nuevo Testamento nacen
dentro de los primeros grupos cristianos organizados en comunidades, surgidas
en las poblaciones principales del imperio romano, sobre todo, en las
provincias romanas desde Roma hacia Oriente: Italia, Macedonia, Acaya, Asia,
Galacia, Cilicia y Siria; es decir, en una zona de cultura helenística cuya
lengua era el griego común 96, lengua en la que están escritos todos los libros
del Nuevo Testamento.
IV.
EXPLICACIÓN DE LA TESIS:
1. Ambiente
histórico en tiempo de Jesús
La vida de
Jesús y de los Apóstoles se desarrolló en Palestina, que conocemos en sus
grandes partes: Judea, al sur; Samaria, al centro; y Galilea, al norte.
Toda la región
estaba en esos años bajo la dominación del Imperio de Roma. Ya vimos en el
Antiguo Testamento cómo esta tierra había sido saqueada y conquistada (por los
asirios, por los de Babilonia, por los persas, griegos, etc.). Los romanos
gobernaron los territorios ocupados con bastante amplitud; dejaron
libertad de
religión, con tal de que fueran salvados los intereses de Roma y llegara el
dinero de los impuestos. También dejaron que las autoridades locales, en
nuestro caso el Sumo Sacerdote y el Sanedrín, ejercieran su mando y vivieran
con sus leyes, eso sí, bajo la vigilancia de un encargado de Roma.
¿Qué
gobernantes tenía Palestina en ese entonces?
a) La familia de los Herodes: Herodes el
grande 97, y sus tres hijos98 : Arquelao, Herodes Antipas y Filipo. El más
vinculado con los hechos del Evangelio es Herodes Antipas.
b) El mal gobierno de los “Herodes” hizo
que Roma cambiara su política de Palestina y Siria. El emperador romano, que
residía en Roma, nombró un funcionario imperial con el título de Procurador,
encargado de gobernar las provincia de Judea y Samaría. El más famoso
procurador romano fue Poncio Pilato, que gobernó desde el año 26 al 36. En el
norte, en la Galilea, gobernó Herodes Agripa, favorito de los emperadores
romanos, hasta el año 44. Persiguió a la Iglesia cristiana (cf. Hech 12, 1-19)
y ganándose la simpatía de los judíos, reemplazó a procuradores romanos.
En el año 66
los judíos, en lucha armada, proclamaron la independencia del Estado judío.
Roma encargó al joven Vespasiano, futuro emperador, que sofocara el
levantamiento en el año 67. La campaña militar duró tres años. Mientras tanto
Vespasiano viajó a Roma, por la muerte de Nerón (año 69) y dejó a su hijo Tito
el mando en Palestina. Tito, en ocasión de la Pascua del año 70, puso a
Jerusalén en estado de asedio. Cinco meses resistieron los judíos atrincherados
en la Ciudad Santa. El 10 de agosto del 70 fue el desenlace fatal: Jerusalén
fue arrasada, el Templo totalmente destruido, como nos relata el Evangelio: “No
quedará piedra sobre piedra” (Mc 13, 1-2). Los habitantes fueron deportados y
vendidos como esclavos. El Sanedrín quedó suprimido, el Templo había dejado de
existir y ya no se podía celebrar el culto nacional: fue la catástrofe del
Judaísmo.
No obstante,
los judíos no se dejaron abatir: todavía hubo una chispa de rebelión, que se
mantuvo encendida dos años más, en la fortaleza de Massada, al sur del Mar
Muerto. Además, el Judaísmo como religión persistía en toda la Diáspora. Allí
vivían unidos entre sí, con su organización, conservando intactas sus leyes y
sus costumbres religiosas. Desde ese tiempo hasta nuestros días, el pueblo
judío ha sido siempre la nación sin patria, respetado por algunos, perseguido
por otros. Sólo en el año 1948 los judíos lograron restablecer en Palestina el
Estado de Israel.
¿Qué hacían
mientras los cristianos? Ya en el año 70 el Cristianismo había roto la barrera
de la raza y de la nación judaica, y se proyectaba al mundo grecorromano.
Cristo había venido para todos, su salvación abarcaba a todos.
2. Ambiente
cultural y religioso
Tres mundos
existentes había en Palestina en tiempos de Jesús:
a) Cultura romana: era opuesta a la
mentalidad hebraica. Además, el hecho de que los romanos eran los dominadores
hacía que el pueblo judío rechazara de raíz todo lo que viniese de Roma. Entre
Roma e Israel había un abismo cultural y religioso muy grande. Roma era el
centro de una civilización materialista, sostenida por la disciplina del
ejército y gobernada por administradores y bancos. Su dios verdadero era el
“Estado”. Tenía, sí, una moral, pero no una religión concreta. No tenía “El
templo de Dios”, sino un “Pantheón”, o sea, el templo de todos los dioses, y
estaban abiertos a dar la bienvenida a otros dioses.
b) Cultura griega: la cultura griega
conquistó el mundo entonces conocido, y su influjo llegó a Palestina. Las
primeras comunidades cristianas, fundadas por san Pablo, eran griegas, con
mentalidad helenística; esta mentalidad y cultura se refleja en todo el Nuevo
Testamento. Esta cultura griega estaba fundada en una concepción ideal del
hombre, de su naturaleza y de su libertad. Se caracterizaba por el gusto por
las cosas del espíritu. Y encontraba su expresión en el arte, la literatura, la
filosofía y la religión. El Nuevo Testamento nació en este ambiente, fue
escrito en griego común y recibió en sus escritos muchos influjos de las
costumbres y culturas que venían de Grecia.
c) Cultura judía: Todas las leyes se
fundamentaban sobre la “Torah”. El judío era profundamente religioso. Su vida
se desarrollaba al ritmo de las celebraciones semanales en la Sinagoga, del
culto al templo, y de la oración personal y familiar 99. Además de las
prácticas individuales, la religión judía tenía un centro: el Templo de
Jerusalén. El templo era el orgullo de la nación judía y el objeto de su amor.
Así todo judío, dondequiera que estuviese, se volvía hacia el templo durante su
oración. Todo israelita, cumplidos los veinte años, debía pagar su impuesto al
Templo. La peregrinación al Templo era la forma más profunda de expresar la
propia fe. Acudía a él tres veces al año: en Pascua, Pentecostés y Fiesta de
los Tabernáculos 100.
¿Cómo
estaba dividida la sociedad judía?
El Sanhedrín,
una especie de Senado que gobernaba todos los asuntos internos; eran unos 70 y
se dividían en tres grupos: sacerdotes, ancianos (saduceos) y los escribas
(doctores de la Ley).
Los escribas
eran los maestros y entendidos sobre la ley y el derecho, guías espirituales de
las comunidades judías; orgullosos y omnipresentes, hábiles de discutir y dar
sentencias.
Los fariseos,
eran una secta religiosa, porque se consideraban separados del pueblo a quien
decía ignorante y pecador; defensores de la estricta observancia de la ley y
del cumplimiento minucioso de los preceptos; adversos a los romanos, enemigos
de los saduceos; estimados por el pueblo por su celo piadoso, su conducta
intachable y por su desprecio hacia la ocupación romana.
Los saduceos
eran la clase rica y todopoderosa de los judíos; dueños del templo, jefes del
Sanhedrín, complacían a los romanos, detestaban a los fariseos por su actitud
de fanatismo religioso y político y por razones doctrinales: los saduceos no
creían en la resurrección de los muertos; conservadores intransigentes de las
tradiciones.
Los esenios,
personas que en su afán de purificación, se retiraban en “comunidades
monásticas” y hacían vida en común, en el cumplimiento fiel de los Escrituras;
vivían normalmente en continencia, en continuas purificaciones cultuales y se
dedicaban al estudio y trascripción de los Libros Sagrados; los restos de un
“monasterio” de este tipo se descubrieron en Qumrám, cerca del Mar Muerto.
Los
samaritanos, grupo religioso asentado en el centro del país, en Samaría y
adoraban a Yavé en el templo de Garizim; los judíos los odiaban porque se
mezclaron con los extranjeros y los llamaban pecadores.
Los celotes,
secta político-religiosa, nacida a raíz de la ocupación romana; eran patriotas
nacionalistas, cuyo objetivo era sacudirse de la dominación extranjera; eran
como un grupo de guerrilleros que trabajaban en la clandestinidad e intervenían
a mano armada contra Roma; protagonizaron las revueltas judías que llevarían a
la destrucción de Jerusalén (año 70).
3. Géneros
literarios de los libros del Nuevo Testamento
Se agrupan en
cuatro tipos o géneros literarios:
a) Evangelios: contienen el Mensaje de
Jesús y algunos datos de su vida. El género “Evangelio” se caracteriza por ser,
ante todo, una proclamación y exposición del Mensaje y de la Persona de Jesús.
El objetivo de estos escritos es afianzar la fe de los seguidores de
Jesucristo.
b) Hechos de los Apóstoles: pertenece este
libro al género histórico, porque gran parte de su contenido narra la expansión
del cristianismo en el siglo I y la formación de las primeras comunidades
cristianas por la evangelización de algunos apóstoles, sobre todo, Pedro y
Pablo.
c) Cartas: pertenecen al género epistolar.
Cada una cuenta con sus partes características: saludo, introducción, cuerpo de
doctrina y exhortación y despedida.
d) Apocalipsis: encaja en el género
literario de los apocalipsis, muy abundantes en los siglos II a.C. al II d.C.
Tiene sus precedentes en escritos del Antiguo Testamento, como Daniel, Isaías y
Ezequiel.
4. Jesús de Nazaret, ¿realmente existió?
Jesús de
Nazaret es el protagonista de todos los escritos del Nuevo Testamento. Los
Evangelios aportan datos sobre su vida y exponen una síntesis de su Mensaje.
Los otros escritos muestran algún aspecto del Mensaje o narran cómo sus
seguidores crearon un nuevo estilo de vida: la de creyentes, hasta formar
núcleos de personas, las comunidades cristianas.
Pero, ¿existió
realmente Jesús o es un personaje de ficción?
Quiero
transcribir los testimonios que aduje en mi libro sobre Jesucristo:
Escritores
paganos: a principios del siglo II se habla de los llamados “cristianos”, como
aquellos que profesan la fe en Cristo, considerado como Dios. Así la carta que
el historiador Plinio el Joven, procónsul de Bitinia, escribe en el año 112 al
emperador Trajano que “los cristianos se reúnen un día determinado antes de
romper el alba y entonan un himno a Cristo como a un dios”101 . Está también
Tácito que en sus Anales, hacia el año 115, habla del gran incendio de Roma,
atribuido a Nerón en el 64, que culpaba a los cristianos de todo. Aquí está el
texto: “Para hacer cesar esta voz, presentó como reos y atormentó con penas
refinadas a aquellos que, despreciados por sus abominaciones, eran conocidos
por el vulgo con el nombre de cristianos. Este nombre les venía de Cristo, el
cual, bajo el reino de Tiberio, fue condenado a muerte por el procurador Poncio
Pilato. Esta condena suprimió, en sus principios, la perniciosa superstición, pero
luego surgió de nuevo no sólo en Judea, donde el mal había tenido su origen,
sino también en Roma, a donde confluye todo lo abominable y deshonroso y donde
encuentra secuaces” (15, 44)102 Suetonio, historiador del año 120, refiere que
el emperador Claudio “expulsó de Roma a los judíos por promover incesantes
alborotos a instigación de un tal Cresto” 103 .
Escritores
judíos: Flavio Josefo, historiador judío, en sus Antigüedades judías, escritas
hacia el año 93-94, refiere que el “sumo sacerdote Anano acusó de transgredir
la ley al hermano de Jesús (que es llamado Cristo), por nombre Santiago, y
también a algunos otros, haciéndoles lapidar” (Antiquitates XX, 9, 1). Más
explícito es otro pasaje: “Por aquel mismo tiempo apareció Jesús, hombre sabio,
si es lícito llamarle hombre; pues hizo cosas maravillosas, fue el maestro de
los hombres que anhelan la verdad, atrayendo hacia sí a muchos judíos y a
muchos gentiles. Él era el Cristo. Y, como Pilato le hiciera crucificar por
acusaciones de las primeras figuras de nuestro pueblo, no por eso dejaron de
amarle los que le habían amado antes: pues Él se les apareció resucitado al
tercer día después que los divinos profetas habían predicho de él estas cosas y
otros muchos prodigios sobre su persona. Hasta hoy dura la estirpe de los
cristianos, que tomaron de Él su nombre” (Antiquitates XVIII, 3, 3).
Testimonios
cristianos: Vienen recogidos en el Nuevo Testamento, conjunto de 27 escritos:
cuatro evangelios, los Hechos de los apóstoles, catorce cartas de san Pablo,
las siete cartas llamadas católicas (de Santiago, 1 y 2 de Pedro; 1, 2 y 3 de
san Juan, y Judas Tadeo) y, finalmente el Apocalipsis. Hay que decir que el
Nuevo Testamento no es un libro de historia. Es un conjunto de libros que
contiene el anuncio del mensaje de la fe. Hay en él muchos datos históricos,
más que en el resto de los libros no cristianos, pero lo más importante es la
fe y la conversión. Por lo mismo, no podemos mirar estos libros con ojos de
historiador, sino con corazón de creyente.
También hay otros
libros cristianos que hablan de Jesucristo, pero no han sido recibidos por la
Iglesia como auténticos y revelados. En ellos cuenta más que la fe y la
historia la exageración maravillosa, la admiración humana milagrera, las
reflexiones particulares. A estos libros se les llama apócrifos.
Serán, pues,
los evangelios la fuente más importante sobre la historicidad de Jesucristo.
Fueron escritos a la luz de la Pascua. Los redactores se sirvieron de
documentos escritos anteriores, en una primera recopilación, e investigaciones
personales, al tiempo que daban a sus escritos una propia intencionalidad
teológica. Uno de estos documentos anteriores es la llamada Quelle (fuente en
alemán) que recogía discursos y logia (frases cortas memorizables) de Cristo, existente
ya en los años cuarenta, que fue utilizada por Lucas y Mateo. Otra fuente
escrita es la conocida con el nombre de “triple tradición”, que recoge los
hechos de la vida de Cristo, de la que dispusieron los tres sinópticos (Mateo,
Marcos, Lucas). Disponemos de criterios válidos que nos permiten escuchar, si
no las “mismas palabras de Jesús” (obsesión del siglo pasado), al menos el
mensaje auténtico de Jesús y alcanzar unos hechos “sucedidos de verdad” que
pertenecen a Jesús de Nazaret.
5. ¿El Cristo histórico es el mismo que el
Cristo de la fe?
Hay
racionalistas, entre ellos Reimarus, que niegan que el Cristo histórico104 , el
que nació en Belén, vivió en nuestra tierra y murió en el Calvario, sea el
mismo que el Cristo de la fe, es decir, ese Cristo creído y predicado por los
Apóstoles. Dicen que los apóstoles hicieron un mito falso de Jesús. Dicen que
el Jesús histórico fue un mesías político fracasado, que se limitó a proclamar
el reino de Dios, un reino político. Muerto Jesús, dicen, los apóstoles inventaron
la resurrección de Jesús y con ella una nueva religión, con el fin de obtener
un fuerte poder religioso. Con esta pretensión recompusieron los hechos y las
palabras de Jesús, acomodándolos a esta finalidad. Y así nació el Cristo de la
fe.
Para la
Iglesia el Jesús de la historia es el mismo que el Cristo de la fe. El Jesús de
la historia recalca más la humanidad de Jesús; y el Cristo de la fe hace
hincapié en la divinidad. Ambas realidades, la humanidad y la divinidad, no
pueden separarse de Jesús. Es más, un conocimiento pleno de Jesucristo no puede
obtenerse a menos de tenerse en cuenta la fe viva de la comunidad cristiana que
sostiene esta visión de los hechos. No olvidemos que la religión cristiana se
fundamenta completamente en la fe en Cristo, muerto y resucitado, según el
testimonio de los doce.
V. CONCLUSIÓN:
Todo lo visto en este capítulo nos ayudará a entender mejor el mensaje de
Jesús. Él vivió, se educó y predicó dentro de esta cultura.
VI. ORACIÓN:
Señor, ahora que comenzamos el estudio y la meditación del Nuevo Testamento, te
pedimos una fe ardiente para creer cuanto tus testigos dijeron acerca de Ti. Al
mismo tiempo, danos la gracia de amar tu mensaje, vivirlo y transmitirlo a
nuestro alrededor. Amén.
(Fuente: catholic.net)
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