Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En los últimos días, como ustedes saben, peregriné a Tierra
Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le doy gracias a Dios. Él me guió
en aquella Tierra bendita, ¡tierra bendita! que vio la presencia histórica de
Jesús y donde se han verificado eventos fundamentales para el Judaísmo, el
Cristianismo y el Islam. Deseo renovar mi cordial agradecimiento a Su Beatitud
el Patriarca Fouad Twal, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes,
a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. ¡Pero estos franciscanos son
buenos! El trabajo de ellos, lo que ellos hacen es buenísimo. Mi gratitud se
dirige también a la Autoridades de Jordania, de Israel y Palestina, que me
acogieron con tanta cortesía, diría también con amistad, así como a todos los
que han colaborado para lograr la visita.
1. El propósito principal de esta peregrinación fue
conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y
el Patriarca Atenágoras. Aquella fue la primera vez que un sucesor de Pedro
visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así, durante el Concilio Vaticano II,
los viajes extra italianos de los Papas en la época contemporánea. Ese gesto
profético del Obispo de Roma y del Patriarca de Constantinopla marcó un hito en
el camino sufrido pero prometedor para la unidad de todos los cristianos, que
desde entonces ha logrado avances significativos. Por esto es que mi encuentro
con Su Santidad Bartolomé, amado hermano en Cristo, ha representado el punto
culminante de la visita. Juntos rezamos en el Sepulcro de Jesús, y con nosotros
estaban el Patriarca Greco-Ortodoxo de Jerusalén, Teófilo III y el Patriarca
Armenio Apostólico Nourhan, así como arzobispos y obispos de diferentes
iglesias y comunidades,
autoridades civiles y muchos de los fieles. En aquel
lugar donde resonó el anuncio de la Resurrección, sentimos toda la amargura y
el sufrimiento de las divisiones que aún existen entre los discípulos de
Cristo. Y de verdad esto hace tanto mal, mal al corazón ¡estamos todavía
divididos! En aquel lugar donde precisamente ha resonado el anuncio de la
resurrección, donde Jesús nos da la vida, ¡todavía nosotros estamos un poco
divididos!
Pero, sobre todo, en aquella celebración, cargada de mutua
fraternidad, de estima y de afecto, percibimos, fuerte, la voz del Buen Pastor
Resucitado, que quiere hacer de todas sus ovejas un solo rebaño; sentimos el
deseo de sanar las heridas aún abiertas y proseguir con tenacidad el camino
hacia la plena comunión. Una vez más, como lo han hecho los Papas anteriores,
yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y
pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que nosotros hemos
provocado a los otros hermanos. Todos somos hermanos en Cristo y con el
Patriarca Bartolomé somos amigos, hermanos y hemos compartido las ganas de
caminar juntos, de hacer todo lo que desde hoy podemos hacer, rezar juntos,
trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación.
Tantas cosas que tenemos en común. Y como hermanos tenemos que seguir adelante.
2. Otro de los propósitos de esta peregrinación fue el de
animar, en aquella región, el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo un
don de Dios y compromiso de los hombres. Lo hice en Jordania, Palestina, e
Israel. Y lo hice siempre como peregrino, en el nombre de Dios y del hombre,
llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra ¡que
desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y que tienen el derecho de
conocer finalmente días de paz!
Por ello insté a los fieles cristianos a dejarse "ungir"
con corazón abierto y dócil por el Espíritu Santo, para ser cada vez más
capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. ¡Humildad,
fraternidad, reconciliación! El Espíritu hace posible tomar estas actitudes en
la vida cotidiana, con personas de diferentes culturas y religiones, para
llegar a ser así "artesanos" de la paz. La paz se construye
artesanalmente. No hay industrias de paz. Se hace cada día artesanalmente y
también con el corazón abierto para que venga el don de Dios. Por esto, he
exhortado a los fieles cristianos a dejarse ungir.
En Jordania di las gracias a las Autoridades y al pueblo por
sus esfuerzos en la acogida de numerosos refugiados provenientes de las zonas
de guerra, un esfuerzo humanitario que merece y requiere el continuo apoyo de
la Comunidad internacional. He quedado impresionado por la generosidad del
pueblo jordano para recibir a los refugiados, tantos que huyen de la guerra en
aquella zona. Que el Señor bendiga este pueblo acogedor, lo bendiga tanto. Y
nosotros tenemos que rezar para que el Señor bendiga esta acogida y pedir a
todas las instituciones internacionales que ayuden a este pueblo en este
trabajo de acogida que realiza. También durante la peregrinación en otros
lugares, animé a las Autoridades competentes a que continúen sus esfuerzos para
aliviar las tensiones en la zona de Oriente Medio, sobre todo en la martirizada
Siria, así como que prosigan con la búsqueda de una justa solución al conflicto
palestino-israelí. Por eso invité al Presidente de Israel y al Presidente de
Palestina, ambos hombres de paz y constructores de paz, a venir al Vaticano
para rezar conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen
solos: ¡ustedes recen, recen tanto para que el Señor nos de la paz, nos de la
paz en aquella tierra bendita! Cuento con sus oraciones. Recen fuerte en este
tiempo, recen tanto para que llegue la paz.
3. Esta peregrinación a Tierra Santa ha sido también ocasión
para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y
expresé la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en
aquella zona y en todo el Medio Oriente. Estos hermanos nuestros son valientes
testigos de esperanza y de caridad, "sal y luz" en aquella Tierra.
Con su vida de fe y de oración y con la apreciada actividad educativa y
asistencial, ellos obran en favor de la reconciliación y del perdón,
contribuyendo al bien común de la sociedad.
Con esta peregrinación, que ha sido una verdadera gracia del
Señor, he querido llevar una palabra de esperanza, pero a su vez, ¡también la
he recibido! La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan "contra
toda esperanza" (Rm 4,18), a pesar de tantos sufrimientos, como el de
aquellos que han tenido que huir de su propio país a causa de los conflictos;
como el de cuántos en diversas partes del mundo, son discriminados y
despreciados a causa de su fe en Cristo. ¡Continuemos a estarles cerca! Recemos
por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Que la oración
de toda la Iglesia sostenga también el camino hacia la plena unidad entre los
cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo, ha
venido a habitar en medio de nosotros. Y los invito a todos ahora a rezar
juntos, a rezar juntos a la Virgen, Reina de la Paz, Reina de la unidad entre
los cristianos, la mamá de todos los cristianos: que Ella nos de paz, a todo el
mundo, y que Ella nos acompañe en este camino de unidad. (Ave María)...
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