Formación, estudios y cultura
Fernando Martins de Bulhôes frecuentó desde los seis o
siete años la escuela catedralicia, fundada por Don Gilberto de Hastings,
nombrado Obispo al restaurar la sede después de la reconquista por Alfonso
Henriques. Los estudios seguían el "cursus" aceptado en la Europa
cristiana de entonces. Se aprendía a leer utilizando como libro el Salterio,
memorizando el texto latino; a escribir, a contar y a cantar. Una vez afianzado
en la escritura y la lectura, se estudiaba la gramática latina que constituía
el comienzo del "Trivium", más algunas materias de retórica y
dialéctica, aunque la enseñanza básica de tales estudios era, sin duda, la gramática
latina. Además, participaban los escolares en las ceremonias y cantos
litúrgicos de la sede catedralicia. No sabemos si después de la escuela
catedralicia, o en la misma escuela, estudió las artes liberales con alguno de
los maestros que allí enseñaban: Vicente Hispano a quien sucedieron Menendo
Gonçales y Juan de Dios. Esos estudios habrían tenido lugar antes de entrar en
el monasterio de san Vicente de Fora, al que llegaría con sus 18 años, en torno
a 1209.
1. Las crónicas antiguas han transmitido el nombre de su
primer maestro, D. Gonzalo Mendes, que después fue prior del monasterio, aunque
A. D. de Sousa Costa recuerda los nombres de quienes pueden haber sido sus
maestros en San Vicente de Fora: Magister Petrus y Pedro Pires. La
participación en la liturgia coral, la Eucaristía y el Oficio divino con sus
lecciones y meditaciones, en los Capítulos celebrados después de la hora de
"prima", el silencio y el estudio de la Regla de san Agustín, del
libro de las Consuetudines o "usos" del monasterio,
eran parte del horario cotidiano, según refiere la Assidua con
las noticias que proporcionó a su autor el obispo don Soeiro II.
La Assidua, al referir su traslado a
Santa Cruz de Coimbra "deseoso de una más severa disciplina y por amor de
una tranquilidad más fecunda", indica la dedicación de Fernando al estudio
de la Escritura, de los Padres y de las disciplinas propias del estado
eclesiástico, destacando la memoria prodigiosa con la que sostenía su
"feliz curiosidad" al escrutar los "secretos de la palabra
divina". Confiaba a su memoria tenaz lo
leído, con tanto aprovechamiento,
que pronto demostró un conocimiento extraordinario de la Biblia.
2. En Santa Cruz de Coimbra permaneció durante nueve
decisivos años, hasta 1220, "ali se fez um santo e dali saiu doutor",
dedicado al estudio y a la meditación de las Escrituras Santas, aplicando el
método alegórico y anagógico en el estudio de las doctrinas teológicas, que
después le revelarían consumado maestro y predicador experto por su plenitud de
ciencia y doctrina, sorprendiendo a sus oyentes e incluso al mismo Papa
Gregorio IX que le denominó "arca del Testamento". En Santa Cruz, en
los libros de la preciosa biblioteca conventual, aprendió la teología leyendo a
los Padres, san Agustín, san Gregorio Magno, la mística en Dionisio Areopagita
y en Ricardo de san Víctor, las Sentencias de Pedro Lombardo; con ellos
aprendió a exponer el Evangelio y su sentido moral con agudeza de ingenio y
argumentos coherentes, sin dejarse atraer por los laberintos de la sabiduría
humana, según narra la leyenda Raimundina: cuando quiso Dios
poner sobre el candelero la lámpara que había encendido, hizo que se
manifestara de modo admirable la sabiduría sobrehumana de Antonio.
3. La Benignitas le compara con san
Pablo, predicador universal, con san Jerónimo, doctor eximio de la Sagrada
Escritura "eruditissimus in sacra pagina", que conocía y podía
exponer los libros sagrados en "su sentido alegórico, histórico,
tropológico y anagógico". En Santa Cruz se encontraban profesores formados
en París, que trajeron libros para aumentar el caudal de la librería monástica,
entre ellos Magister Parisius, Maestro Joâo y Maestro Raimundo.
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