José
habría encendido un fuego fuera de la gruta. En él calentaba agua y quizá algún
caldo. Dentro de la gruta, María estaba sola.
El tiempo avanzaba lentamente … como
si comprendiera que aquella era la hora más alta de la Historia … Al fin José
oyó la voz de su esposa, llamándole … María estaba sentada junto al pesebre,
sonreía y le hacía señas de que se aproximase. Acercándose al pesebre, vio una
tierna carita rosada, blanda y húmeda. Al tomarlo en sus manos y colocarle en
sus rodillas, en gesto de reconocimiento paternal, sintió que las lágrimas
subían a sus ojos. María y José le miraban y no entendían nada … lo adoraban,
pero no lo entendían. ¿Aquel bebé, era el enviado para salvar al mundo? Dios
era todopoderoso, el niño todo desvalido. El Hijo esperado era la Palabra;
aquel bebé no sabía hablar. El Mesías sería el camino, pero éste no sabía
andar. Iba a ser la Vida; aunque se moriría si Ella no lo alimentaba. Era el
Creador del sol, pero tiritaba de frío y precisaba del aliento de la mula y el
buey. No, no lo entendían … No entendían nada, pero CREÍAN …aquella noche se
instauraba el reino de la locura … Era DIOS, era
“nuestro” Dios … “Si Dios se ha hecho hombre, ser hombre es la
cosa más grande que se puede ser”, diría Ortega y Gasset 2000 años después. Y
Malague afirmaría: “Lo difícil será creer
en Dios ni no fuera Cristo”.
Lo era, María lo sabía aunque no lo
entendiera. Por eso le miraba y remiraba. Lo abrazaba, cantaba, reía, rezaba
mientras los ojos se le iban llenando de lágrimas.
Y entonces llegaron los Pastores … No
entendían nada, pero sus corazones estaban arrodillados … ante ese Dios
naciendo como ellos: Pobre y necesitado … Y tras ofrecerle lo mejor que tenían
se fueron corriendo para llevar aquella alegría a todo el pueblo.
A María, el que fueran los
Pastores los primeros en llegar a
adorarle, le parecía la mejor prueba de que su hijo era Dios, el dios de quien
ella había hablado proféticamente en el Magníficat. Los pastores pertenecían al
grupo de los humildes y en su alegría intuía ya María, cómo entendería a Jesús,
más tarde, el pueblo sencillo …
Más tarde llegaron los Reyes Magos …
Si dios existía, tenía que ser “aquello”, aquel pequeño amor tan débil como
ellos en el fondo de sus almas. Se sintieron niños, se dieron cuenta de que en
aquel momento comenzaban a vivir … se arrodillaron … y comprendieron dos cosas:
Que era felices, y que hasta entonces no lo habían sido nunca. Y entendieron
que poner a los pues del Niño el oro, incienso y mirra, era la única manera en
que podían expresar su amor y adoración. Y se fueron en la noche, y se
perdieron en las sombras de la historia, tras haberse arrodillado ante un Dios
que acepta un pesebre por trono.
Belén siguió su vida rutinaria…
Cuando Jesús comience su vida pública… ni siquiera recordarán que nació en
Belén. “El nazareno”, le llamaran. Sólo María conservaba estas cosas en su
corazón … Sólo María entenderá esta NOCHE HERMOSA MÁS QUE LA ALBORADA. Esta
Noche en la que el fulgurante Iahvé de la zarza ardiendo se identificó en el
regazo de una Virgen …
El mundo estaba demasiado ocupado en
pudrise, como para descubrir TANTA ALEGRIA.
(Extraído del libro de José Martín Descalzo, "Vida y misterio de Jesús de Nazareth")
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