Según una constante y sólida tradición, la imagen de la Virgen de
Guadalupe, a raíz de su impresión en la tilma del indio Juan Diego en 1531, en
la ciudad de México, permaneció algunos días en la capilla episcopal del obispo
fray Juan de Zumárraga, y luego en el templo mayor. El 26 de diciembre de ese
mismo año fue trasladada solemnemente a una ermita construida al pie del cerro
del Tepeyac. Su culto se propagó e influyó mucho para la difusión de la fe entre
los indígenas. Después de habérsele construido sucesivamente otros tres templos al pie del cerro, se construyó
el actual, que fue terminado en 1709 y elevado a la categoría de basílica por
San Pio X en 1904. En 1754, Benedicto XIV confirmó el patronato de la Virgen de
Guadalupe sobre toda la Nueva España (desde Arizona hasta Costa Rica) y
concedió la primera misa y Oficios propios. Puerto Rico la proclamó su Patrona
en 1758. El 12 de octubre de 1895 tuvo lugar la coronación pontificia de la
imagen, concedida por León XIII, el cual había aprobado un año antes un nuevo
Oficio Propio.
En 1910, San Pío X la proclamó Patrona de la América Latina; en
1935, Pío XI la nombró Patrona de las Islas Filipinas; y en 1945, Pío XII le dio
el título de Emperatriz de América.
La veneración a la Virgen de Guadalupe despierta en el pueblo una grande
confianza filial hacia ella, ya que se presenta solícita para dar auxilio y
defensa en las tribulaciones; es, además,
un impulso hacia la práctica de la caridad cristiana, al mostrar la
predilección de María por los humildes y necesitados, y su disposición por
remediar sus angustias.
Datos de las apariciones y otros AQUÍ
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