viernes, 30 de mayo de 2014

4. SAN ANTONIO DE PADUA: se hace Franciscano

San Antonio se hace Franciscano
La presencia de los Franciscanos en Portugal y España se remonta al año 1218, según la Crónica de los XXIV Generales, cuando los frailes se esparcieron por el mundo conocido, enviados por san Francisco, que ya en 1214 había peregrinado a Santiago de Compostela (1 Cel 56). A Coimbra llegaron por aquellas fechas y fundaron el convento de Santo Antâo dos Olivais (San Antón o Antonio de los Olivos), según Wadding en 1217, protegidos por la princesa doña Sancha, hermana del Rey don Alfonso II y su esposa la Reina doña Urraca. En 1219 llegó un número mayor de frailes menores, dirigidos por fray Juan Parente y con cartas del Papa Honorio III para que no fueran recibidos como sospechosos de herejía.
La Assidua recuerda que los frailes menores de San Antonio dos Olivais pedían limosna en Santa Cruz de Coimbra antes de la llegada de las reliquias de los protomártires, porque la protección de los reyes les había concedido habitar este lugar cercano a Coimbra, entonces capital del Reino, quizá ya en el año de 1218, pues según la Crónica de Jordán de Giano, los cinco protomártires habrían formado parte de los frailes llegados a la Península Ibérica en 1219; pero podemos distinguir, probablemente, entre el primer grupo de frailes llegados a Portugal y España y el grupo posterior de los enviados a Marruecos, que llegarían a Coimbra y frecuentarían el Monasterio de Santa Cruz para pedir limosa. Allí existía ya el "lugar" de los Frailes Menores, al menos desde 1218, donde pudo conocerlos su futuro cofrade Fernando Martins.

1. Los restos mortales de los cinco frailes, Berardo, Pedro, Acursio, Adyuto y Otón, martirizados el 16 de enero de 1220, fueron recogidos y repatriados a Portugal por el Príncipe don Pedro, hermano del Rey Alfonso II, y entregados a don Joâo Roberto, canónigo del monasterio de Santa Cruz de Coimbra, a donde llegaron después de pasar por Astorga, para que los depositase en su Iglesia. La "leyenda" de los Mártires de Marruecos, la Crónica de los XXIV Generales, la Assidua y las demás "leyendas" antonianas, relatan la decisión de Fernando Martins de mudarse a los Frailes Menores movido por el ejemplo magnífico de aquellos mártires y atraído por la vida evangélica que trataban de seguir aquellos frailes que pedían limosna en Santa Cruz. Su deseo de entregar la vida en el martirio y su propósito de ir a Marruecos, siguiendo el
ejemplo de los frailes allí decapitados por anunciar a Cristo, le movieron a vestir la estameña franciscana y a cambiar su nombre. Desde entonces será conocido fray Antonio como fraile mendicante y misionero, pidiendo ser enviado de inmediato a tierras de Marruecos.
Entre los meses de abril y mayo de 1220, o a lo más tardar en el verano de ese año, se trasladó a San Antonio de los Olivos para vivir con los Frailes Menores, poniendo en práctica su vida y Regla según el santo Evangelio, tal como san Francisco la escribió. Entre los Menores aún no se había introducido, por entonces, el año de noviciado o de probación, pues la bula papal que lo disponía como requisito lleva la fecha del 22 de septiembre de 1220, por lo que es de suponer que la toma de hábito era a la vez profesión de la Regla anterior a 1221 y aprendizaje de los usos y costumbres de la Orden franciscana. Pero no hay detalles que aludan a un cambio en el "estilo de vida religiosa", sino siempre al deseo de ser enviado como misionero y llegar a ser mártir de Cristo.
La Vita secunda de fray Julián de Espira describe este propósito que le movía a tratar de alcanzar la palma del martirio "pro Christo cum praefatis Martyribus palmam obtineat". El Dialogus insiste en el envío a Marruecos como "conditio sine qua non", una vez había sabido la noticia del martirio y la llegada de las reliquias a Santa Cruz de Coimbra. Solamente la leyenda Raimundina se detiene un poco en el ejemplo de la vida evangélica aportado por los frailes de San Antonio de los Olivos, a los que califica de predicadores auténticos con el ejemplo de las obras, como san Francisco. No obstante, la insistencia recae en la vocación al martirio y el cambio de nombre alude a su misión de predicador universal del evangelio.

2. La vocación franciscana de Antonio se manifestaba, al comienzo, como entusiasmo arrebatador y concreto que le llevaba a suspirar por el martirio por amor a Cristo, aunque después de 1221 y de su participación en el Capítulo de las Esteras, se manifestará por la práctica de la simplicidad evangélica, a ejemplo de Francisco, es decir, cuando la vida franciscana se había ya posado en su experiencia de la vida de Fraile Menor, en el eremitorio de Montepaolo (Bolonia), en la enseñanza de la teología y la predicación. A Marruecos marcha acompañado por otro fraile franciscano, de quien no sabemos el nombre, los primeros días de diciembre de 1220, y allí no encuentra el martirio, sino una enfermedad que le hace cambiar sus propósitos, ya que tiene que volver a embarcarse de regreso a Lisboa. La aceptación de la voluntad de Dios y de su propia vocación le reservaban aún otra sorpresa, porque la violentísima tempestad desatada al comenzar el viaje de vuelta juega con el barco hasta depositarlo en las costas de Sicilia, cerca de la ciudad de Mesina, donde se encontraba situado un "lugar" de los Frailes Menores en el que encuentra refugio y se repone de la enfermedad y de las inclemencias del tempestuoso viaje. En el convento franciscano de Mesina estaría un mes, hasta su marcha al Capítulo de Pentecostés de 1221.
Estamos en la primavera de 1221 y su vocación franciscana a la pobreza y a la humildad y al "pleno abandono en las manos de Dios comenzaba a depurarse en circunstancias tan adversas como aquellas"; después conocerá otras más favorables, como será la participación en el Capítulo General de las Esteras en Pentecostés, 23 de mayo de 1221, donde conoció a san Francisco, antes de su marcha a Montepaolo. Aquí -dice Bughetti- "su alma se hizo franciscana". El provincial de Emilia Romaña, fray Graciano, hombre venerable y de vida probada, lo toma consigo y lo lleva a Montepaolo en el mes de junio de 1221, para ejercer el sacerdocio, celebrar la eucaristía y el sacramento de la penitencia y ayudar en las tareas domésticas; a la vez, la vida contemplativa del eremitorio y la práctica del ayuno y la penitencia le sirvieron de auténtico noviciado.

3. En esa ocasión, otoño de 1222, se situaría el peculiar descubrimiento de sus dotes oratorias, su palabra breve y profunda, su memoria prodigiosa, capaz de ganarse la atención creciente y tocar el corazón de sus oyentes, cuando acudió a Forlí con el grupo de hermanos que tenían que recibir la ordenación sacerdotal, quizá en las témporas de septiembre de aquel 1222. Había transcurrido un año o poco más de su llegada a Montepaolo. La leyendaRaimundina añade que se celebraba pocos días después, además de la ordenación, el Capítulo provincial cercano a la fiesta de San Miguel, el 29 de septiembre, por lo que la ordenación y reunión de los frailes tendría lugar unos días antes. Con motivo de dichas ordenaciones en que había predicado de forma tan sabia como arrebatadora, que sorprendió por la humildad con la que había mantenido escondida su instrucción, letras y profundidad de doctrina. Ese Capítulo sería también la ocasión para dar a conocer, junto al episodio de Forlí, al insigne predicador san Antonio; al menos, le sacó de su silencio para dar comienzo a su actividad evangelizadora, pues fray Graciano le confirió el oficio de predicador, según la Regla franciscana que, redactada por san Francisco con la ayuda de fray León, estaba a punto de aprobar el papa Honorio III.
Durante el año 1223 predicó por el norte de Italia, Emilia Romaña, Lombardía, Piamonte, según narra la Assidua,regiones en las que pululaban movimientos sectarios, nacidos al amparo de la corriente de intenso retorno a la vida evangélica, la pobreza y el seguimiento de Cristo crucificado, sostenidos por gentes de origen burgués, menestrales, artesanos y comerciantes, que decepcionados por los desvaríos del clero pudiente trataban de vivir la fe con sencillez y coherencia. Cátaros, albigenses, beguinos y valdenses, pobres de Lombardía, habían comenzado cumpliendo a la letra el evangelio que manda dejar todo, darlo a los pobres y seguir a Cristo bajo el signo de la penitencia y la cruz. Enseñaban a otros y les predicaban o enseñaban la penitencia y pobreza evangélica practicada por Jesús y sus discípulos. Así la ciudad de Rímini era un centro de gran actividad del movimiento cátaro-patarino.

4. Durante este primer período de su predicación desempeñó también la cátedra de teología en Bolonia, para la que fue apoyado como "lector" por el mismo san Francisco, según la carta conservada en el Liber miraculorum. Bolonia era entonces el primer centro de formación de la Orden franciscana, erigido entre 1219-1220 por el Ministro provincial Giovanni Strachia. Esta novedad supuso un choque serio con la forma de pensar de san Francisco, temeroso de que el estudio pudiera apartar a los frailes de la auténtica minoridad. La sospecha de que los frailes pudieran salir de tal institución "más doctos que piadosos" aparece en el desalojo de la casa de Bolonia, sin volver a ella hasta que el Cardenal Hugolino la declaró propiedad suya (2 Cel 58). Resuelta la propiedad de la casa, a san Antonio le nombra el mismo san Francisco lector de teología, según dicha carta de 1223-1224, en la que se cita el cap. 5,2 de la Regla aprobada el 19 de noviembre de 1223.
Con la carta, la bendición y aprobación de la enseñanza de la teología en el centro que inaugura san Antonio, y para el que le nombraría oficialmente el Obispo de Bolonia como el primer lector o maestro de teología entre los Frailes Menores. La Benignitas le reconoce como el primer "lector" que hubo en la Orden, que ejerció su oficio en la facultad de teología de Bolonia, y de forma parecida se expresa la Raimundina. Esa enseñanza fue pública aunque duró poco, porque le veremos en 1224 marchar a Francia, a la región de Languedoc, para predicar a los albigenses; allí también habría enseñado teología en Montpellier y en Toulouse por los años 1225-1227.

En 1223, después de predicar en Rímini, o en la primavera de 1224 durante la predicación de la Cuaresma, se encontraría durante algunos meses con el canónigo regular agustino Tomás Gallus, que residía en Vercelli, como abad del monasterio de San Andrés. Tomás Gallus venía de la Escuela de san Víctor de París, de donde había sido llamado por el Obispo Richerio Gualla, fundador del monasterio de Vercelli. Allí san Antonio entró en contacto con la teología mística de Dionisio Areopagita, según la Raimundina, pero no durante los cinco años que se mencionan en el Liber Miraculorum, ya que su ocupación como predicador le impediría una estancia prolongada, sino en encuentros ocasionales, valorados altamente por Tomás Gallus.

(Fuente: franciscanos.org)

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