martes, 30 de abril de 2013

Fiesta de San José Obrero


La fiesta de San José Obrero, que celebraremos el día 1° de mayo, nos conecta directamente con la realidad del trabajo. Es una buena ocasión para meditar sobre la espiritualidad que conlleva esta tarea humana de cada día.

San José, que, como nos dice el evangelio, era un judío justo (cf. Mt 1,19 ), seguramente participaba de la espiritualidad y valoración del trabajo propia del pueblo judío. Esta  consideración del trabajo se basa en las palabras del Génesis:“Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.” (Gén 2, 15)

Toda obra humana sobre la creación, cultivando y cuidando, es una continuación de la obra creadora de Dios. Con su trabajo, el ser humano hace brotar de las cosas toda su utilidad y belleza. Un tronco que estaba en medio de un bosque pasa a ser una mesa donde una familia se reúne. La lana de una oveja se convierte en un hermoso tejido que abriga. El trabajo humano es el que realiza este proceso de transformación, y así el hombre y la mujer ejercen sobre el mundo el señorío que Dios les ha confiado. Por eso dice la espiritualidad judía que trabajar es “perfeccionar el mundo” (en hebreo, tikum olam), porque es hacer que surja de las cosas creadas la luz que Dios ha puesto en ellas. Desde esta perspectiva, no hay ningún trabajo, por más pequeño que
sea, que no tenga su grandeza. Se trate de un trabajo de producción o de un servicio que se brinda a otro ser humano, siempre es “perfeccionar el mundo” en el sentido que Dios ha querido.

El trabajo de los carpinteros

¿Qué podemos decir específicamente sobre el oficio de carpintero en tiempos de Jesús?
 "Los carpinteros se sentaban en el suelo al lado de su tabla de trabajo, y a veces, se los veía en el dintel de la puerta, donde seguramente llegaba mejor la luz para trabajar. Había carpinteros de obra, o sea, cortadores de madera para casas. La producción del carpintero incluía arados y yugos -de gran demanda-, cerraduras y llaves de madera para las casas, puertas de casas y ciudades, techos, mesas, ventanas, sillas, banquillos y arcas de madera usadas para almacenar y muebles para las casas de los pudientes." (R. Pietrantonio, Itinerario Bíblico, Ed. La Aurora).
Como señala este texto, y como seguramente cualquier carpintero actual puede atestiguar también, el oficio requería varios conocimientos, no sólo específicamente en cuanto a calidades y tipos de madera, sino también de matemática y de arquitectura para asegurar la estabilidad de los objetos y las construcciones. También, una buena cuota de fuerza y destreza física para trabajar con pesados materiales.

El trabajo de los carpinteros, como el de cualquier otro tipo de taller, comercio o pequeña industria, estaba sujeto a las imposiciones tributarias, tanto de parte del Imperio Romano como de las autoridades religiosas judías. De modo que San José, como todos sus contemporáneos miembros del pueblo trabajador, debía pagar los diversos impuestos que la época imponía. 

Los romanos cobraban un impuesto a la tierra, un impuesto a las rentas, y el impuesto anual que era una suma fija per capita. También cobraban derechos de aduana en los caminos, y podían imponer impuestos extraordinarios, como hubo por ejemplo en época de Herodes el grande para financiar las construcciones públicas. Por otro lado, los sumos sacerdotes  cobraban la realización de sacrificios con una parte de los productos presentados, recaudaban las primicias y el diezmo agrícola, y también una suma anual fija per capita. Como vemos, la situación podía tornarse complicada en épocas de necesidad y escasez. 

Estos datos, además de permitirnos conocer mejor las condiciones de un artesano de la época, nos hacen reflexionar sobre la honda realidad de la Encarnación. Sí, realmente, Jesucristo se hizo en todo semejante a nosotros. También en su casa había que hacer cuentas, pagar impuestos, administrar el dinero, y todo esto, para decirlo coloquialmente, “como cualquier hijo de vecino”. San José no tenía “contactos” ni influencias políticas que lo eximieran de esto. Era un hombre sencillo, del pueblo.

Desde Nazaret

Mirar a José, María y Jesús en su realidad cotidiana, en su vida de trabajo, en su realidad social, nos lleva a vivir más intensamente nuestra existencia en el día a día. Esas cosas pequeñas que, por rutinarias y quizás poco atractivas, nos hacen pensar que nuestra vida no tiene valor o se desperdicia en acciones intrascendentes. No hay nada humano intrascendente desde la Encarnación del Hijo de Dios. Todo acto humano está cargado de sacralidad, de sentido a los ojos de Dios.

Así lo decía Pablo VI en una homilía el 19 de marzo de 1975:

“Debemos expresar con nuevo fervor, con nueva conciencia nuestro culto al cuadro que el Evangelio pone ante nuestros ojos: José, con María y Jesús, niño, muchacho, joven con ellos.
Es un cuadro típico. En él puede estar reflejada cualquier familia. El amor doméstico […] irradia de la humilde escena evangélica y se expande inmediatamente en una luz nueva y deslumbrante; el amor cobra esplendor sobrenatural.
La escena se transforma; en ella domina Cristo; […] la vida presente se transfigura en la futura y eterna; nuestra casa, nuestra familia se convertirá en paraíso”.

En estos tiempos el trabajo se ha vuelto una realidad problemática por muchos factores: desocupación en algunos sectores, condiciones abusivas, falta de cultura del trabajo, inestabilidad, y otros factores que conforman la situación actual de los trabajadores y de los desocupados. Pidamos la intercesión de San José para que cada persona y cada familia tengan un trabajo digno y, también gracias a eso, cada casa sea otro Nazaret.

(Fuente: san-pablo.com.ar)

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