En la Audiencia General, el Papa también invitó a los fieles
a permanecer en el amor de Cristo –que combate y derrota al maligno-, pues “si
nos quedamos con Él, en su amor, también nosotros como los mártires, podemos
vivir y dar testimonio de su victoria”.
A continuación la catequesis completa gracias a la
traducción de Radio Vaticana:
En su catequesis de hoy, el Papa Francisco alentó a los
cristianos a no caer en la envidia y las habladurías dentro de la Iglesia, pues esto
atenta contra la unidad por la que ha rezado Cristo y es “obra del diablo”.
El Santo Padre recordó que al hacer “nuestra profesión de fe
recitando el ‘Credo’, afirmamos que la Iglesia es ‘una’ y ‘santa’. Es una,
porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión
plena. Y la Iglesia es santa, porque está fundada en Jesucristo, animada por su
Santo Espíritu, colmada por su amor y por su salvación”.
“Al mismo tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por
pecadores, todos nosotros. Pecadores que experimentamos cada día las propias
fragilidades y las propias miserias. Así, esta fe que profesamos nos
mueve a la
conversión, a tener el valor de vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si
nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a
Jesús”.
El Santo Padre aseguró que “Él, Jesús, no nos deja solos, no
abandona a su Iglesia. Él camina con nosotros, Él nos comprende. Comprende
nuestras debilidades, nuestros pecados, ¡nos perdona! Siempre que nosotros nos
dejemos perdonar, ¿no? Pero Él está siempre con nosotros ayudándonos a ser
menos pecadores, más santos, más unidos”.
“El primer consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto
por la unidad de sus discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió
tanto: ‘Padre que sean uno’. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la
Pasión, cuando estaba a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello
que estamos invitados a leer y meditar continuamente, en una las páginas más
intensas y conmovedoras del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete”.
“¡Qué bello es saber que el Señor, apenas antes de morir, no
se preocupó por sí mismo, sino que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso
con el Padre, oró justamente para que podamos ser una cosa sola con Él y entre
nosotros”.
Francisco señaló que “la Iglesia ha buscado desde el
principio realizar este propósito, que es tan querido por Jesús”.
“La experiencia, sin embargo, nos dice que son tantos los
pecados contra la unidad. Y no pensamos solamente en los cismas, pensamos en
faltas muy comunes en nuestras comunidades, en pecados ‘parroquiales’, en los
pecados en las parroquias”.
“A veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser
lugares de comunión y donde compartir, son tristemente marcadas por la envidia,
los celos, las antipatías”.
“Y las habladurías están a la mano de todos ¿eh?”, continuó
el Papa. “¡Cuánto se habla en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es
bueno?…Y si, uno es elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de
él… Y si tal otra es elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan
contra de ella…Pero esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos
hacerlo! No les digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir
al Señor la gracia de no hacerlo”.
Francisco indicó que “esto es humano, ¡pero no es cristiano!
Esto sucede cuando apuntamos a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el
centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas,
y juzgamos a los demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en
lugar de ver sus cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide
en lugar de aquello que nos une”.
El Papa recordó que “una vez, en la diócesis que tenía
antes, oí un comentario interesante y bello: se hablaba de una anciana que
había trabajado toda su vida en la parroquia. Y una persona que la conocía bien
dijo: ‘esta mujer jamás ha hablado mal, nunca participó de habladurías, siempre
tenía una sonrisa’. ¡Una persona así podría ser canonizada mañana!”.
“En vista de todo esto, tenemos que hacer seriamente un
examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los
pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra
del diablo, el cual es, por definición, aquel que separa, que arruina las
relaciones, que insinúa prejuicios”.
El Santo Padre señaló que “Dios, en cambio, quiere que
crezcamos en la capacidad de acogernos, de perdonarnos y de bien querernos,
para parecernos cada vez más a Él, que es comunión y amor. En esto está la
santidad de la Iglesia: en el reconocerse imagen de Dios, colmada de Su misericordia
y de Su gracia”.
“Queridos amigos, hagamos resonar en nuestro corazón estas
palabras de Jesús: ‘Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados
hijos de Dios’. Pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido
motivo de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades,
sabiendo bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua
conversión. ¿Y qué es la conversión?: ‘Señor, dame la gracia de no hablar mal,
de no criticar, de no chismorrear, de querer bien a todos’. ¡Es una gracia que
el Señor nos da! Esto es convertir el corazón, ¿no? “.
“Y pedimos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones
pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y gozoso de la relación entre
Jesús y el Padre. Gracias”, concluyó.
(Fuente: aciprensa.com)
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