Qué abarca el Antiguo
Testamento y conocer el pueblo judío, sus costumbres y leyes.
I. INTRODUCCIÓN
No necesariamente lo viejo se convierte en inservible. Hay
cosas como las monedas, los muebles finos o los sellos de correo, que aumentan
de valor conforme pasa el tiempo.
El Antiguo Testamento tuvo como fin preparar la venida de
Cristo, pero no pasó de moda con su llegada. Jesús no vino a abolir lo que
estaba escrito, sino a perfeccionarlo. Por tanto, no podemos prescindir de los
libros del Antiguo Testamento. Todos son libros revelados por Dios y en ellos,
aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, encontramos el testimonio
de la pedagogía divina, enseñanzas maravillosas acerca de Dios, sabiduría
acerca del hombre, tesoros de oración. En ellos está escondido el misterio de
nuestra salvación.
Para entender plenamente el mensaje que Dios nos da en el
Nuevo Testamento, es indispensable leerlo en relación con el Antiguo. Toda la
Sagrada Escritura es una sola Revelación, un solo mensaje divino que Dios
quiere comunicar al hombre, y no la podremos entender, si la escuchamos en
forma fragmentada.
Podríamos comparar la Biblia con una cinta magnetofónica grabada
en estéreo: para escucharla, usaremos un aparato con dos bocinas: una es el
Antiguo Testamento y la otra es el Nuevo Testamento Puedes escuchar la cinta
con una sola bocina, pero no oirás la música completa, sino sólo los sonidos
graves o sólo los agudos; sólo los instrumentos o sólo las voces. Para escuchar
la música tal como la compuso el autor, deberás conectar las dos bocinas y
entonces disfrutarás del sonido integral de la composición.
Para entender en toda su integridad el mensaje de Dios en
las Sagradas Escrituras, es necesario leer el Antiguo Testamento a la luz del
Nuevo y leer el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo. En el Antiguo Testamento
está escondido el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento se hace manifiesto
en el Nuevo. Ambos se esclarecen mutuamente y, por tanto, son inseparables.
Es más, para comprender bien la Sagrada Escritura y al
hombre bíblico, es necesario conocer un poco el país en donde fue escrito, su
geografía, su raza y el medio social en que se desarrollaron los hechos que
narra la Biblia.
II. OBJETIVO
DOCTRINAL: Ver qué abarca el Antiguo Testamento y conocer el pueblo judío,
sus costumbres y sus leyes.
III. OBJETIVO
VIVENCIAL: Leer el Antiguo Testamento con la mirada puesta en el Nuevo,
pues muchas de las prefiguraciones del Antiguo Testamento se realizaron en
Jesús, en María y en la Iglesia.
IV. TESIS: Los
libros del Antiguo Testamento son 46. Nos narran cómo Dios hizo una Alianza con
un pueblo concreto, Israel, para invitarle a una vida de comunión con Él; y cómo
ese pueblo le fue respondiendo a Dios, con sus luces y sus sombras. A esto se
llama Historia Sagrada; historia, porque se
narran sucesos concretos de un
pueblo y de unos hombres; y sagrada, porque en esa historia interviene Dios que
invita al hombre a la comunión con Él. La Historia Sagrada es como un drama en
dos actos. En el primero Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad y habla a ellos por medio de los profetas. En el
segundo acto, en el Nuevo Testamento, ha llegado la plenitud de los tiempos, y
Dios habla por medio de Jesucristo, su Hijo.
V. EXPLICACIÓN DE LA
TESIS:
1. Cómo era el Pueblo
judío con sus costumbres, su ley y su fe
Entendemos mejor a una persona cuando conocemos los lugares
de donde proviene, a todos nos marca nuestro terruño y la historia del lugar
que nos vio nacer y crecer, porque es nuestra prehistoria personal. Con esta
intención nos acercamos ahora a la geografía y modo de vivir de Israel, donde
tuvo lugar la Revelación de Dios.
a) Características
del pueblo judío y su medio:
El pueblo de Israel es un pequeño pueblo, de poco interés
para la historia de las grandes civilizaciones, como Egipto, Siria, Persia,
Grecia y Roma. La historia de Israel no despierta mucho interés; es uno de los
tantos pequeños pueblos que habitaban la llanura de Canaán. Al inicio es sólo
una familia nómada (Abraham) que busca un pedazo de tierra para vivir. A través
del tiempo se desarrolla en doce pequeñas tribus, que se establecen en Canaán
(actual Palestina). Después de un período de permanencia en Egipto
(esclavitud), vuelve a su tierra, porque su posición geográfica (entre las dos
potencias de Egipto y de Siria), no les favorecía. Padece invasiones ahora de
una y ahora de otra de las dos naciones. Es víctima del poder de los persas, de
los griegos y de Roma, llegando a ser una pequeña provincia del imperio romano.
Sin embargo, la pequeñez de este insignificante pueblo fue
objeto de la maravillosa acción salvífica de Dios. Dios lo escogió para hacerle
su pueblo, del que vendrá para todos los hombres su mismo Hijo, el Salvador.
Dios guió con su mano providencial la historia de Israel, infundió su Espíritu
en sus escritos y literatura, que se convirtieron así en Palabra de Dios.
El Pueblo de Israel no vivió solo y aislado del mundo, sino
que anduvo errante desde Mesopotamia a Egipto, y tuvo estrechas relaciones con
otros pueblos como los asirios, arameos, fenicios. El país de la Biblia se
sale, pues, de los límites propios de Palestina y abarca la zona que se
denomina “la media luna fértil”. Esta región iba desde el Nilo hasta el golfo
pérsico, pasaba por el Mediterráneo, Palestina y Siria, seguía el curso de los
ríos Tigris y Eufrates a través de Mesopotamia formando así una media luna
perfecta. Está en el extremo oriental del Mediterráneo, en su costa sudeste,
entre el mar y el desierto, y entre Egipto y el Líbano. Físicamente tiene
cuatro franjas de oeste a este: la llanura costera (agricultura), el altiplano
(montaña), la fosa del Jordán (depresiones, mar de Tiberiades) y la meseta de
Transjordania.
En esta amplia región se encontraban las civilizaciones más
florecientes desde la Edad de Piedra hasta la Edad de Oro de las culturas
griega y romana y las culturas de Mesopotamia, Egipto y Canaán (Palestina).
A este pueblo escogido se le han dado diversos nombres:
El pueblo hebreo: la palabra “hebreo” deriva de Heber,
antepasado de Abraham; por tanto, designaba en principio otros pueblos, y no
sólo el pueblo elegido por Dios. Por ejemplo, los moabitas y los amonitas
también eran hebreos.
El pueblo israelita: la palabra “israelita” deriva de los hijos
de Israel. Es el nombre más apropiado para llamar al pueblo escogido, formado
por doce tribus, que descendían de los doce patriarcas, hijos de Jacob. Israel
es el sobrenombre de Jacob. Los israelitas se llamaban a sí mismos hebreos
solamente en sus relaciones con los otros pueblos, para emplear la misma
terminología que usaban los otros; pero, ordinariamente, hablando entre ellos,
no lo usaban nunca.
El pueblo judío: o también, simplemente, Judá, era
originariamente una de las tribus, y más tarde, la población del Reino de Judá,
contrapuesto al Reino de Israel. A la vuelta de la cautividad de Babilonia, la
mayoría de los repatriados era del antiguo Reino de Judá, y por eso se les
empezó a llamar a todos judíos, nombre con el que los llamaron también los
judíos.
b) Tierra
prometida:
Entre los innumerables nombres que aparecen en la Biblia
para designar a la tierra prometida está el de Palestina, patria de Cristo.
Palestina quiere decir “tierra de Filisteos”. Su nombre primitivo era Canaán.
Está limitada al norte por Líbano y Siria; al sur por la península de Sínaí; al
este por el desierto de Arabia y al oeste por el mar Mediterráneo. Está
situado, pues, entre las dos civilizaciones más importantes de la antigüedad,
Mesopotamia y Egipto.
Palestina forma un cuadrilátero de 250 km de largo con una
anchura de 37 km al norte y 150 al sur.
Sus productos son trigo, cebada y árboles frutales, higos,
dátiles, uvas y olivos. Zonas pobres son Judea (región al sur, donde se
encuentran Jerusalén, Belén, Hebrón y el Negueb (en el sur, junto al desierto
del Sinaí).
Su ganado: carneros y cabras, ovejas y asnos, el camello
para cruzar el desierto. Y el pescado en la región del Lago Tiberíades o mar de
Galilea, al norte.
Palestina tiene dos estaciones en el año: la lluviosa y la
seca. La temperatura es muy variable, dependiendo de si la región está cerca
del Mediterráneo o del desierto.
Pero en general, podemos decir que Palestina es una tierra
árida y pobre, pero para los israelitas que habían permanecido largos años en
las estepas montañosas del Sinaí, la tierra de Canaán aparecía fértil y
hermosa, “país que mana leche y miel”. Los habitantes viven en continuo
sobresalto debido a que son asaltados con frecuencia por tribus nómadas.
c) El agua:
Palestina es una región en que el agua escasea. El único río
importante es el Jordán, que en época de lluvias es un torrente tumultuoso que
no puede ser aprovechado. Los valles secos sólo reciben agua en invierno; en
verano, vuelven a ser áridos.
El suelo no retiene el agua, por lo que hay que hacer pozos
o cisternas, para almacenarla, pues el agua es elemento indispensable para la
vida. Es un gran tesoro (cf. Is 45, 8; Jn 4, 13). Por eso se convierte en signo
de vida y bienestar. Se podría hacer toda una teología del agua, partiendo de
diversos textos de la Biblia 18: el agua como criatura insigne de Dios, como elemento
vivificador o temible; elemento simbólico para significar bendición divina o,
si el agua falta, como elemento de maldición; otras veces, simbolizará la
desgracia que se cierne sobre el hombre, y otras, la eficacia purificadora y
vivificadora de la acción divina.
d) El desierto:
Palestina está rodeada por el sur y el este por inmensos
arenales, abrasados por el sol. Por eso, es tierra árida y sin vegetación.
¿Qué significa el desierto? En la Biblia tiene una doble
significación religiosa:
Tierra estéril, tierra que no ha bendecido Dios, tierra
temible y espantosa.19
Época privilegiada en que Israel nace como pueblo al calor
de la elección divina y en la que, con Dios como guía, alcanza la tierra
prometida 20, época de amores e infidelidades (cf. Jer 2, 2; Os 2, 16-17; Ez
20, 10ss; Sal 78, 15-17.40; 95, 8-10; 106).
El desierto se revela así, también en el Nuevo Testamento,
como señal de salvación (cf. Is 32, 15; 35, 1; 41, 18; 43, 19-20; Mt 4, 1; Lc
1, 80; 4, 1; Mc 1, 12).
El desierto marca la personalidad de sus habitantes. El
nómada adquiere el hábito del silencio, de la reflexión; busca más los valores
interiores, es orgulloso de su independencia y de su libertad interior. La
lucha contra un medio ambiente adverso convierte a las personas en fuertes y
tenaces.
Esta misma aridez del desierto fue la que permitió la
conservación de muchos documentos que estuvieron sepultados por miles de años,
por ejemplo, los documentos de Qumrán, descubiertos en 1947, que pertenecían a
una secta llamada “los esenios”, dedicada al estudio de la Ley.
e) Costumbres del
pueblo judío
El sábado: día de descanso. Comienza
el viernes a la puesta del sol. No se podía trabajar nada. Es día de fiesta y
alegría. La familia se reúne a la mesa tres veces, con invitados en la comida principal.
Nosotros hemos pasado el día de descanso al domingo, por ser el día de la
resurrección del Señor.
Fiesta de la Luna Nueva: con la que comenzaba el año civil. Se
tocaba el cuerno del carnero como símbolo de ruego que la humanidad dirige a
Dios. Equivale a nuestro año nuevo. Duraba dos días, pero con una preparación
de diez días de penitencia o examen de conciencia.
Año sabático: cada siete años se celebraba el año sabático.
Estaba prohibido trabajar la tierra y toda labor en el campo. Todos los productos
de la tierra del año sabático se entregaban a los pobres (cf. Lev 23, 11). Los
esclavos eran liberados (cf. Deut 15, 12-14).
El año Jubilar: cada cincuenta años (cf. Lev 25, 8-17). Se
perdonaban todas las deudas. Aquí está el origen del Año Jubilar o Año Santo
que la Iglesia celebra actualmente cada 25 años y que también recibe el nombre
de Año Jubilar.
La Pascua: conmemoraba el paso del ángel exterminador en
Egipto. Se celebra entre el 14 y 15 de Nissán (Marzo; casi al final de invierno
e inicio de la primavera). Se ofrecían las primicias del rebaño. Se sacrificaba
un cordero, que debía ser perfecto, y que era sacrificado por el padre de
familia. Con la sangre del cordero se teñían los postes y el dintel de la casa.
La carne se comía asada, sin romper ningún hueso, de prisa, sin salir de casa.
Si sobraba algo, debía ser quemado. Se comía además pan ácimo, es decir, sin
levadura, sin aceite ni sal. Se hacía con harina nueva, y así se ofrecía a Dios
la primera cosecha agrícola. Cf. Ex 12, 14; Lev 23, 4-8; Num 28, 16-25.
Las primicias: se llevaba al sacerdote una gavilla de espiga de
trigo, de la primicia de la recolección (Cf. Lev 23, 9-14).
Pentecostés: se celebraba cincuenta días después de la Pascua,
donde se recordaba la salida del Pueblo de Egipto y la delicia de la tierra
prometida. Fiesta esencialmente agrícola y se realizaba como acción de gracias
a Yahvé por haber terminado la cosecha del trigo. Se ofrecían a Dios ofrendas
voluntarias, dos panes cocidos sin levadura, siete corderos sin defecto, un
toro, dos carneros, un macho cabrío y dos corderos más. Duraba sólo un día, que
era de alegría y de descanso absoluto. Cf. Lev 23, 15-21; Num 28, 16-25.
Expiación: Fiesta de Yom-Kipur o Penitencia. Se guardaba
absoluto reposo y ayuno riguroso desde la tarde del noveno día, hasta el
atardecer del décimo día del séptimo mes. Su finalidad era obtener el perdón
divino por las faltas cometidas. El sacerdote entraba en el “Sancta Sanctorum”
y rociaba el Arca de la Alianza con la sangre de los animales ofrecidos en
sacrificio. Así obtenía el perdón de sus propias faltas y el de los demás. Este
día se soltaba un cordero al desierto para que “cargara y se llevara los
pecados de la comunidad. Cf. Lev 16, 1-34.
Fiesta de los Tabernáculos o Tiendas: era la fiesta más
importante del pueblo judío, para dar gracias por los frutos, a fin de año. Se
celebraba del 15 al 21 del séptimo mes con ceremonias como la Liberación del
Agua, la Procesión en torno al Altar de los Holocaustos, etc. El pueblo vivía
estos siete días en el campo y era el recuerdo de la vida nómada en el
desierto. En la tarde del primer día de la fiesta se encendían -en el atrio de
las mujeres- unas grandes lámparas, las cuales difundían tanta luz que no había
en Jerusalén ningún patio que no quedase iluminado por ella. Mientras se
iluminaban, los levitas cantaban salmos ininterrumpidamente, acompañados de
instrumentos musicales.
Santuario: era el recinto sagrado, donde se colocaba el Arca y
un depósito de agua. Se colocaba en el lugar donde se acampaba. Tenía dos
recintos: el Santuario y el Sancta Sanctorum, separadas por un velo de cuatro
colores. Este velo colgaba de cuatro columnas de madera de acacia y sostenido
por anillos de oro.
f) Los ministros
del culto
Los levitas: encargados de guardar
el Santuario, preparaban los panes de la propiciación 21, recibían los diezmos,
cantaban en las festividades, contaban la limosna, instruían y ejercían justicia.
No podían entrar al Sancta Sanctorum. Todo lo realizaban en el atrio.
Los sacerdotes: debían ser descendientes de la familia de
Aarón, sin defectos físicos. Mantenían el fuego perpetuo en el altar de los
holocaustos, quemaban las entrañas de los animales que se ofrecían en
sacrificios, penetraban al Santuario, pero no al Sancta Sanctorum ofreciendo el
incienso para las bendiciones, tocaban las trompetas, enseñaban la ley,
juzgaban causas oficiales, visitaban enfermos y exhortaban a los soldados, etc.
El Sumo Sacerdote era el juez supremo del culto. Le tocaba
vigilar el tesoro del templo y gobernaba en todos los aspectos del ministerio
religioso. El descendiente primogénito en línea directa de Aarón era elegido
como Sumo Sacerdote. Ofrecía el cabrito del sacrificio y entraba una vez al
año, en la fiesta de la Expiación, al Sancta Sanctorum, donde rociaba el velo y
el Arca con la sangre del animal y quemaba incienso. Consultaba a Yahvé por
medio del Urim y Turim que eran piedras que llevaba en el pectoral. Usaba una
tiara, especie de corona con la inscripción de “Santidad Yahvé”, un efad o
roquete y sobre éste, un pectoral rectangular con doce piedras preciosas. Su
subsistencia estaba asegurada, gracias a los diezmos.
2. La Biblia es
Historia de la Salvación
Los 73 libros de la Biblia tratan del esfuerzo que Dios ha
hecho para salvarnos. Por eso, la Biblia es el libro que contiene la historia
de la salvación por parte de Dios. Esta historia de la salvación gira alrededor
de un eje: Jesucristo. Todos los libros de la Biblia nos hablan de Jesús; con
una diferencia: los 46 libros del Antiguo Testamento hablan de Jesús “que va a
venir”; en cambio, los 27 libros del Nuevo Testamento nos hablan de Jesús que
“ya vino” y “que va a volver”.
Con este nombre de Historia de la salvación, entendemos la
entrada de Dios en nuestra historia y en nuestra vida. Es Dios que viene para
conducir a todo hombre a su fin último, que es el Reino de Dios. La enseñanza
más importante, el mensaje que el Señor da en cada página es que Dios
interviene con su poder en la historia del hombre e interviene siguiendo un
plan, un proyecto determinado, desde la creación hasta el final de los tiempos.
En esta historia de
la salvación hay tres componentes importantes: Dios, el Pueblo elegido y la
Alianza.
a) Dios:
El Dios de nuestros padres, de Abraham, de Isaac y Jacob
revela su nombre: Yahvé (cf. Ex 3, 13-15), “Yo soy el que soy”, es decir, soy
el Idéntico, la Existencia. Es un Dios que toma partido por el débil y
explotado; es el Dios liberador, Señor de la historia humana (cf. Am 2, 10-12;
9, 7; Is 10, 24-27; 22, 11). Es el Dios de la naturaleza y de la creación (cf.
Gn 1; Sal 8; Job 38, 41). Fuera de Él no hay ningún otro Dios (cf. Is 41,
24.29; 43, 11; 44, 6). Es el Dios que no podemos encasillar (cf. Job 38, 42),
ni localizar (2 Sam 7, 5-7), ni manipular ni fabricar a nuestra medida (cf. Os
11, 9; Nm 23, 19; Jud 8, 16), ni siquiera hacer su imagen (cf. Ex 20, 4-5; Deut
5, 8-9), pues su imagen está en el prójimo (Gn 1, 26-27; 9, 6).
Jesús nos lo ha revelado preferentemente con el nombre de
Padre (cf. Mt 11, 25-27; Mc 14, 36; Lc 23, 34.46; Jn 11, 41; 17, 1.5.11) para
mostrarnos así su misericordia. Su Padre lo ha enviado a Él (cf. Jn 3, 16; 4,
34; 5, 36), y juntamente con su Padre nos dan el Espíritu Santo Paráclito (cf.
Jn 14, 16-17.26; 16, 13-15).
En continuidad con el Antiguo Testamento Dios en Cristo
Jesús se identifica con el marginado, el necesitado (cf. Mt 25, 31-46).
b) El Pueblo
Dios que ha creado al hombre como ser sociable, ha querido
también ofrecer la salvación no al hombre aislado, sino al hombre llamado a
formar una comunidad. Por eso, desde el Antiguo Testamento Dios se eligió para
sí un pueblo, para que fuera de su propiedad (cf. Deut 7, 6; 14, 2), pueblo
consagrado a Él por la alianza (cf. Ex 19, 5-6); pueblo de Yahvé (cf. Jc 5,
13).
El motivo de la elección no radica en los méritos o
cualidades de Israel, sino en la misericordia de Dios que lo ama. De ahí que la
elección no sea fuente de privilegios, sino de responsabilidades.
En el Nuevo Testamento Jesús constituye el nuevo Pueblo de
Israel (cf. Mt 2, 15; 4, 1-11). Será un pueblo universal, sin barreras de
ninguna especie, tal como lo habían anunciado los profetas (cf. Is 19, 16-25;
49, 6; 45, 14; Miq 4, 1-3; Zac 14, 9.16). Este nuevo pueblo es la Iglesia,
abierta a todos los hombres.
c) Alianza
Es el pacto que hace Dios con su pueblo, donde le promete su
protección, su cercanía.
Se escogió hombres para hacer su Alianza: Noé (cf. Gn 6,
18), con Abraham (Gn 17, 2. 4), con David (cf. 2 Sm 7; Is 55, 3; Sal 89, 4-5),
con Leví (Mal 2, 4-5). Pero principalmente la hizo con su pueblo (cf. Ex 19 y
20). No obstante las infidelidades de éste, Dios le prometió una nueva y
definitiva alianza (cf. Jer 31, 31-34; Ez 36, 25-28) que se llevaría a cabo a
través del Siervo de Yahvé (cf. Is 42, 6; 49, 6; 53, 12).
Esta nueva Alianza fue sellada en la sangre de Jesús (cf. Mt
26, 28) poniendo así fin a las transgresiones de la antigua (cf. Heb 8, 6-13;
9, 15). Es la alianza nueva de la que los escritos del Nuevo Testamento dan fe
que ha sido cumplida (cf. 2 Cor 3, 4-6; Gal 3, 15-20; Heb 12, 18-19).
3. Etapas de la
Historia de la Salvación
a) Un pueblo que
se prepara
Dios desde el principio quiso la salvación de todos los hombres.
Desgraciadamente el hombre, desde sus orígenes, rechazó esa amistad divina,
separándose así de Dios, enemistándose con sus semejantes y trastornando su
relación con la misma naturaleza. A pesar de esto Dios nunca abandonó a la
humanidad caída por el pecado.
Deseando la reagrupación de los hombres divididos por el
pecado, Dios quiso formar un pueblo, y para eso eligió a los patriarcas:
Abraham, Isaac y Jacob. Ellos son los portadores de las promesas que se harán
realidad en un futuro: promesas de la descendencia, de la tierra y de la
bendición de todos los pueblos.
b) Un pueblo que
se libera y se forma
Los descendientes de los patriarcas se establecieron en
Egipto, allí sufrieron la opresión y la esclavitud. Clamaron a Dios y Él los
liberó sacándoles de la esclavitud. Moisés fue el guía elegido por Yahvé su
Dios para llevar a cabo esta empresa. Salieron de la tierra y marcharon por el
desierto. Pero se rebelaron contra Dios, porque durante esa trayectoria Dios
los fue probando. Dios les perdonó y les mostró su cuidado providente, dándoles
pan, agua. En el desierto Dios hizo un pacto con ellos y así quedó constituido
y formado el Pueblo de Dios.
c) Un pueblo que
vive bajo la Alianza
Al conquistar la tierra de Canaán, bajo el mando de Josué,
se establecieron allí. Hubo momentos de gran fidelidad a Dios. Pero otra vez
volvieron a apartarse de Dios. Dios les mandó los profetas que les anunciaban
de nuevo la alianza, y les denunciaban sus extravíos.
¿Cuáles fueron los pecados de este Pueblo? La idolatría,
utilización del culto para sobornar a Dios, explotación de los débiles,
rebeldía, etc. Por eso, Dios rechazó a su pueblo con la destrucción de los
reinos de Israel y de Judá. El exilio fue la consecuencias de la ruptura de la
Alianza.
d) Un pueblo bajo
la esperanza de la Nueva Alianza
El castigo del exilio no es la última palabra del Señor,
sino que de nuevo les mostrará su misericordia, devolviéndoles a la tierra que
habían perdido y dándoles la esperanza de una nueva alianza que no fallaría
como la anterior. El pueblo del exilio reconoce su error y se convierte al
Señor.
Al regresar a la tierra comienza ese pueblo a vivir la época
de los humildes comienzos, sin grandes seguridades humanas. Sólo con la
seguridad de la promesa divina va preparándose en el anhelo y la esperanza de
la plenitud de los tiempos, la venida del Mesías y la instauración del reinado
universal y definitivo de Dios.
e) Un pueblo bajo
la Nueva Alianza
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su
hijo nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo
la ley. En Jesús se cumplen todas las promesas del A.T; en Él llega a su
plenitud toda la historia de la salvación.
Con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras,
con sus signos y milagros, y sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección,
con el envío del Espíritu de la verdad instaura y hace presente el Reino de
Dios, nos revela la misericordia de Dios que es nuestro Padre, manifiesta y
realiza la reagrupación de los hombres dispersos y divididos por el pecado.
Agrupa en torno a sí discípulos y gente que lo sigue, formando con ellos la
comunidad, el nuevo Pueblo de Dios, abierto a judíos y gentiles. Ese nuevo
Pueblo es la Iglesia. Con su sangre sella la nueva y definitiva Alianza.
Sus discípulos son peregrinos en este mundo, colaboran en la
construcción del Reino de Dios y anhelan el retorno glorioso del Señor Jesús.
4. Visión panorámica
de la historia de la salvación
- Dios crea al hombre para compartir con él su vida divina.
- El hombre, por instigación de Satanás, falla a Dios por
soberbia y desobediencia.
- Dios hace una promesa de salvación (Gn 3, 15).
- Llama a Abraham para restaurar la alianza rota. (Año 1900
a.C).
- Escoge a Moisés para liberar al pueblo esclavizado y
celebrar la Pascua
- Con Josué, Dios renueva la Alianza (Jos 24, 1-28)
- Período de los jueces para liberar o salvar a su pueblo y
darles Canaán (año 1200 a.C)
- Período de los reyes, sobre todo con David, que anuncia la
venida del Mesías (año 1000 a.C.)
- Período de los profetas que predican la Palabra de Dios
(anuncio y denuncia), llaman a la conversión, purifican el culto, luchan por la
justicia, anuncian al Mesías, preparando el camino para la Palabra hecha carne.
Hacia la Nueva Alianza (año 1000 a.C).
- Cisma: Reino del sur en Jerusalén, y Reino del Norte en
Samaria. La infidelidad y la idolatría son camino hacia el fracaso. Bajo la
dominación asiria. Elías y Eliseo son campeones de la fe (930 a.C).
- Destierro: Tiempo de prueba: lejos de la tierra, sin
templo, sin culto, sin rey. Bajo la dominación babilónica. Israel se purifica y
se convierte. Madura la conciencia del pueblo de Dios. Responsabilidad
individual. Se va formando el Israel cualitativo (Años 587-538 a.C.).
- Queda el resto fiel (Is 35, 10; 51, 11), los pobres de
Yahve (Ez 36, 26; Jr 32, 37-41). Viene una ardua tarea de reconstrucción
material (Nehemías) y espiritual (Esdras) hasta el reencuentro con la alianza
(Esdras 8 y 9). Retorno del exilio. Dominio persa con Ciro. Hacia un nuevo
reino (año 538 a.C.)
- Los sabios de Israel (Proverbios, Job, Eclesiastés,
Cantar, Eclesiástico, Sabiduría y Salmos): guías espirituales de Israel que dan
testimonio de Dios, son precursores del evangelio y vivifican los valores
humanos. Rebelión macabea en defensa de la fe verdadera contra la idolatría
pagana. Dominio griego y romano (333 a.C. y 63 a.C).
- El precursor Juan Bautista, última voz profética:
“convertíos porque ha llegado el Reino de los cielos” (Mt 3,2).
- LA VENIDA DE JESUCRISTO, el Emmanuel. Nueva Alianza con su
pasión, muerte y resurrección.
- Pentecostés: nuevo Pueblo, la Iglesia, formada por
pastores y fieles. Su misión es evangelizar con el testimonio y con la palabra.
Este nuevo pueblo tiene un modelo, la Virgen; y un día, el domingo, para
actualizar la Pascua. Pueblo que tiene como compromiso la caridad y la
justicia. Pueblo que peregrina hacia la patria celestial
VI. CONCLUSIÓN:
Todo el Antiguo Testamento es una espera siempre más
creciente de la venida de Cristo. Todo es una tensión hacia Él. Quien termina
de leerlo, queda con el ánimo suspenso, en espera de la realización de todo el
misterio de salvación ofrecido por Dios. El Nuevo Testamento, con Cristo Jesús,
dará respuesta a esa espera de salvación. Jesús es ese Cordero cuya sangre
salva al pueblo de la esclavitud (cf. Ex 12), es el Alimento misterioso que en
el desierto alimenta a los hebreos (cf. Ex 16); es el Rey-Mesías prefigurado en
David; es el Siervo de Yahvé del que habla Isaías. En una palabra, Jesús
realiza lo que en el Antiguo Testamento era presentado como una figura.
La síntesis más sublime de este Plan divino, que hace del
hombre una imagen perfecta en su Hijo, y de la humanidad un Pueblo santo la
encontramos en san Pablo, Col. 1, 3-2, 17 y Ef. 1, 3-21. Podemos resumir estos
textos así:
- La preparación del plan de salvación en la mente de Dios desde la eternidad, en Cristo.
- La preparación de la plenitud de los tiempos (todo el A.T).
- La realización de la salvación en su plenitud con Cristo Jesús (Evangelios).
- El desarrollo de la salvación en el tiempo, por medio de la Iglesia, como nuevo pueblo de Dios, en macha hacia el Reino (Hechos y Apocalipsis).
- El término al final de los tiempos, cuando la historia acabe y se restaure plenamente el Reino de Dios.
VII. ORACIÓN:
Señor, que sepa descubrir detrás del Antiguo Testamento tu amor misericordioso
y providente; que detrás de cada página del Antiguo Testamento vaya
descubriendo la imagen de tu Hijo Jesucristo, Mesías prometido y anunciado por
tus profetas; y esto me llene de esperanza y alegría. Amén.
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Léanse, por
ejemplo, estos textos y sáquense las características del agua en la Biblia: Gn
1, 2.7.9; Prov 8, 27-29; 1 Pe 3, 5; Sal 104; Gn 2, 5-6.10-14; Dt 11, 14; Jer 5,
24; Is 30, 23.25; Job 5, 10; Gn 7, 11-12.17-24; Job 12, 15; Sal 32, 6; Dt 28,
12; Lev 26, 3-4; Gn 27, 28; Sal 132, 2-3; Ap 22, 1-2; Dt 28, 23-24; Lev 26, 19;
Is 19, 5-7; Ez 4, 16-17; Sal 18, 5.17; 42, 8; 124, 4-5; 144, 7; Núm 8, 7; 2 Re
5, 10-14; Ez 47, 1-12; Is 44, 3-4; Jer 17, 8; Jn 4, 10-14; 7, 37-39; 19, 34; 1
Co 10, 4; Mt 3, 11; Jn 3, 5; He 22, 16; 1 Co 6, 11; Ef 5, 26; Heb 10, 22
Léanse estos
textos: Gn 2, 5; Dt 1, 19; Is 14, 23; 30, 6; Sof 2, 13; Lc 3, 1-4
La
mesa de la Propiciación era el lugar en donde se ofrecían doce panes en honor a
cada una de las tribus de Israel.
Léanse estos
textos: Éx 3, 18; 5, 1; 13, 17-21; Dt 8, 2.15-18
(Fuente: caholic.net)
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