jueves, 8 de noviembre de 2012

Catequesis del Papa: El hombre es un buscador del absoluto


Miércoles 7 de noviembre (2012)- En la audiencia general de los miércoles Benedicto XVI, continuando la catequesis sobre la fe católica, se centró hoy en "un aspecto fascinante de la experiencia humana y cristiana: el hombre lleva en sí un misterioso deseo de Dios".

Esta afirmación, dijo el Papa, “puede parecer una provocación en el ámbito de la cultura occidental secularizada. Muchos de nuestros contemporáneos podrían objetar que no sienten en ningún modo este deseo de Dios. Para amplios sectores de la sociedad, El ya no es el esperado, el deseado, sino más bien una realidad que deja indiferentes, ante la cual ni siquiera hay que hacer el esfuerzo de pronunciarse".

"En realidad, lo que definimos como 'deseo de Dios' no desapareció totalmente, y se asoma todavía hoy, en muchos modos, al corazón del hombre. El deseo humano tiende siempre a determinados bienes concretos, que frecuentemente no son nada espirituales, y sin embargo se sitúa ante la pregunta sobre qué cosa es verdaderamente 'el' bien, y por tanto, se tiene que confrontar con algo que es otro de sí, que el hombre no puede construir, pero que es llamado a reconocer".

Seguidamente el Santo Padre, se preguntó: "¿qué es lo que puede verdaderamente saciar el deseo del hombre?"


"En mi primera encíclica, “Deus caritas est”, intenté analizar cómo este dinamismo se realiza en la experiencia del amor humano, experiencia que en nuestra época es más fácilmente percibida como momento de éxtasis, de salida de sí, como lugar en el que el hombre advierte que lo atraviesa un deseo que lo supera”.

“Pero, prosiguió Benedicto XVI, ni siquiera la persona amada "es capaz de saciar el deseo que vive en el corazón del hombre, es más, cuanto más auténtico es el amor hacia el otro, tanto en mayor grado este deja abierto el interrogante sobre su origen y su destino, sobre la posibilidad que tiene de durar para siempre".

"También se podrían hacer consideraciones análogas a propósito de otras experiencias humanas, como la amistad, la experiencia de la belleza, el amor por el conocimiento. Todo buen experimentado por el hombre se extiende hacia el misterio que envuelve al mismo hombre; todo deseo que se asoma al corazón humano se hace eco de un deseo fundamental que no se sacia nunca plenamente".

Por esto, dijo el pontífice, "el hombre conoce bien lo que no lo sacia, pero no puede imaginar o definir lo que le haría experimentar aquella felicidad cuya nostalgia lleva en el corazón. No se puede conocer a Dios solo a través del deseo del hombre. Desde este punto de vista el misterio resta: el hombre es un buscador del Absoluto, un buscador que camina con pasos breves e inciertos".

También en nuestra época, aparentemente tan refractaria a la dimensión trascendente, "es posible abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestra cómo el don de la fe no es absurdo, no es irracional", afirmo Benedicto XVI que propuso "una pedagogía del deseo que comprende al menos dos aspectos: en primer lugar, aprender o re-aprender el gusto por las auténticas alegrías de la vida”.

El segundo aspecto de la pedagogía del deseo es "no contentarse nunca de lo que se haya alcanzado. Precisamente porque las alegrías verdaderas son capaces de liberar en nosotros la sana inquietud que lleva a ser más exigentes -querer un bien más alto, más profundo- y a la vez, sentir siempre con mayor claridad que nada finito puede colmar nuestro corazón.

Por último el Santo Padre dijo que "el dinamismo del deseo está siempre abierto a la redención. También en el abismo del pecado no se apaga en el hombre aquella chispa que le permite reconocer el verdadero bien, saborearlo, y empezar así un recorrido de ascensión en el que Dios, con el don de su gracia, no le hace faltar nunca su ayuda."

"No se trata de sofocar el deseo que está en el corazón del hombre, sino de liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera altura. Cuando en el deseo se abre la ventana hacia Dios, esto es ya una señal de la presencia de la fe en el ánimo, fe que es una gracia de Dios", concluyó.+

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