martes, 20 de noviembre de 2012

EL TIEMPO DE ADVIENTO



I. Introducción

La palabra “Adviento” significa “venida”. La Iglesia da este nombre a las cuatro semanas que preceden a la Solemnidad de la Navidad y que nos ayudan a prepararnos de corazón para festejar la “encarnación del Hijo de Dios” o el “Cumpleaños de Jesús”.

1. Un tiempo diferente
Una de las primeras preocupaciones que debemos tener al empezar el tiempo del Adviento, es lograr una clara conciencia que empieza un tiempo distinto a las semanas que lo han precedido. Por tanto subrayar el cambio de tonalidad de estos días dará vitalidad a las celebraciones, ayudará a redescubrir matices importantes y quizá un tanto olvidados de la vida cristiana e incluso podrá servir para alejar la rutina de unas celebraciones siempre idénticas, o por lo menos, muy parecidas. Para despertar la novedad del Adviento será muy importante:

-          Cuidar los detalles externos (ambientación del lugar, cantos, etc.).
-          Recalcar los diferentes enfoques de las lecturas (en estos días prácticamente no hay lectura continua).
-          Y subrayar los contenidos de los textos eucológicos (oraciones presidenciales, prefacios).

2. Sentido del Adviento
El Adviento es fundamentalmente el tiempo de la venida del Señor. Eso significa la palabra latina “adventus”: venida, advenimiento. Una palabra que se aplicaba especialmente a la llegada de algún personaje importante, y que ahora nosotros dedicamos al Señor Jesús, el único Salvador del mundo, ayer,
hoy y siempre; principio y fin de la historia.

El Santo Padre Benedicto XVI explica muy bien el sentido cristiano y la exigencia espiritual de la palabra “adventus” al decirnos: “la palabra latina «adventus» se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura, la espera, la búsqueda y la adhesión. Y al igual que Dios es soberanamente libre al revelarse y entregarse, porque sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su asentimiento, aunque tenga la obligación de darlo: Dios espera una respuesta de amor. Durante estos días la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esa respuesta a la Virgen María, a quien el próximo 8 de diciembre contemplaremos en el misterio de la Inmaculada Concepción” (S.S. Benedicto XVI, Ángelus, 4-XII-05)

El tiempo litúrgico del Adviento es pues el tiempo de la espera de la acción divina, la espera del gesto de Dios que viene hacia nosotros y que reclama nuestra acogida de fe y amor. Es con el Antiguo Testamento, San Juan el Bautista, San José, y Santa María, la preparación de la venida del Señor Jesús.

Nuestra espera en el Adviento, no es la espera de los hombres y mujeres de la Antigua Alianza que no habían recibido aún al Salvador. Nosotros ya hemos conocido su venida hace dos mil años en Belén. Pero la venida histórica del Señor Jesús en la humildad de nuestra carne, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Por eso decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor:

-          En primer lugar, la histórica, cuando asumió nuestra carne y nació de Santa María siempre Virgen.
-          En segundo lugar, la que se realiza en nuestra existencia personal, iniciada por el Bautismo y continuada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, donde está real y sustancialmente presente. También el Señor viene a nosotros en los sucesos de cada día, en los acontecimientos de la historia y manifiesta así que la vida cristiana es permanente Adviento o venida suya a nuestras vidas, lo que exige nuestra acogida de fe y nuestra cooperación activa desde nuestra libertad.
-          Y en tercer lugar, la venida definitiva o escatológica, al final de los tiempos, cuando el Señor Jesús instaure definitivamente el Reino de Dios.

Todo esto lo celebramos en el Adviento gradualmente: los primeros días la atención se dirige hacia la venida definitiva al final de los tiempos, con la llamada a la vigilancia para estar bien dispuestos. Luego, nos centramos más en la venida cotidiana, que vemos marcada por los anuncios del precursor, San Juan el Bautista, y su invitación a preparar los caminos del Señor. Finalmente, a partir del día 17 de Diciembre, nuestra mirada se dirige de lleno a preparar la solemnidad de la Navidad, a conmemorar el nacimiento del Señor Jesús en Belén, su primera venida, acompañados de la presencia maternal y amorosa de Santa María y de su castísimo esposo, San José. Y todo ello acompañados a lo largo de todo el Adviento por los oráculos de Isaías y de los demás profetas, que nos hacen vivir en actitud de gozosa espera.




Lo propio del Adviento
Gloria: no se canta el gloria para darle realce la Nochebuena y el día de Navidad.

Color: es un morado más claro que el de cuaresma (preferentemente) ya que indica proceso de conversión pero también “esperanza y confianza en Dios”

Cantos: deben ser los propios de este tiempo. En nuestro libro de canto hay propios de este tiempo ADVIENTO. Y hay otros como : “A casa de Zacarías” (Nº 800), “Ave María, traes al mundo el amor” (Nº 803); “El ángel vino de os cielos” (Nº 811); (Otros cantos Nº 529, 531,  816, 819, 823, 830, 841, 842)

Corona de Adviento: Es uno de los signos más expresivos del Adviento. También se la conoce como “Corona de luces de Adviento”. Ella expresa la alegría propia de este tiempo de espera. Está confeccionada con ramas verdes, preferentemente de ciprés, pero  sin flores (por razón de la austeridad del Adviento), aunque en ella se pueden colocar algunos adornos. En la Corona se colocan cuatro cirios que pueden ser de colores vistosos.
Éstos se encienden sucesivamente, cada domingo en la Misa después del saludo litúrgico del celebrante y antes del acto penitencial, mientras se entona un canto apropiado. Cada domingo los cirios pueden ser encendidos por diferentes tipos de personas, por ejemplo el primer domingo un niño, el segundo un joven, el tercer domingo un matrimonio, y el cuarto domingo un consagrado o consagrada.
El encender, semana tras semana, los cirios de la Corona manifiesta la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad. El color verde de la Corona significa la vida y la esperanza. La Corona de Adviento, es pues, un símbolo de que la luz y la vida (símbolos del Señor Jesús) triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. Tiene tradicionalmente forma de corona porque el que viene a nosotros es nuestro Rey, el Señor de la historia, el alfa y el omega, el principio y el fin.
Si la disposición de la iglesia hace difícil una colocación de la Corona que resulte estética, los cuatros cirios podrían ser colocados de otra manera que resulte bella y festiva, por ejemplo, a la manera de un centro de mesa o sobre un tronco cubierto de ramas verdes. Nunca se deberá colocar la Corona sobre el altar o delante de él tapándolo. El lugar más aconsejable para ubicarla es al costado del ambón de la Palabra.
Una vez concluido el Adviento, las ramas verdes de la Corona, pueden ponerse en el nacimiento debajo de la imagen del Niño Dios para simbolizar que nuestra espera ha dado su fruto y que el Señor cumple siempre con sus promesas. De ahí que la esperanza puesta en Él no defrauda.

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