Roque de Santa Cruz fue el primer santo criollo nacido en la
zona del Río de la Plata. Fue un evangelizador incansable, explorador y
fundador de numerosos pueblos que más tarde llegaron a ser ciudades de varios
países sudamericanos.
Practicó el pacifismo y murió como mártir por la causa de
Cristo. Por la época en que sucedieron estos acontecimientos, muy anterior a la
formación de las nacionalidades paraguaya y argentina, se le considera santo
rioplatense.
La familia González de Santa Cruz.
Roque nació
en la ciudad de Asunción en 1576 y fue el menor de los diez hijos de don
Bartolomé González de Villaverde y doña María de Santa Cruz, quienes lo criaron
en un ambiente de virtud y piedad. Recibió su primera educación en el seno de
su familia y, según se cree, el obispo Fray Alonso de Guerra fue su profesor de
letras, latín, vida espiritual y oración.
Fue un joven de vida piadosa; a los 14 años de edad dirigió
una procesión por el monte en honor a la Eucaristía y demostró su inclinación a
una vida de devoción religiosa, de la que hacía partícipe a sus amigos “yéndose
a los montes y despoblados a hacer penitencia”. El rasgo que se destacó en toda
su vida fue su capacidad de sacrificarse por los demás, aparte de ser decidido
y demostrar dotes de organizador.
Cuando cumplió los 15 años, motivado por las numerosas vidas
de santos que había leído, decidió
entregarse a la oración y la penitencia. Se
dedicó por completo a cultivar su vida interior y practicar el amor y la bondad
al prójimo. Posteriormente ingresó al seminario y fue ordenado sacerdote,
dedicándose a la formación espiritual de los indios que vivían en calidad de
peones y labradores al otro lado del río Paraguay, en las haciendas de los
“encomenderos”. Allí cumplió su apostolado realizando diversas actividades en
múltiples lugares y circunstancias.
Los encomenderos eran españoles que tenían recursos
económicos y conocimiento de la administración de haciendas. A ellos se les
“encomendaba” la gobernación de un número determinado de indios, quienes les
pagaban por la casa y comida que recibían. La encomienda también tenía una
función evangelizadora y urbanizadora, pues los encomenderos eran enviados a
zonas inhóspitas, donde la iglesia no llegaba. Como el número de indios que se
les encomendaba superaba los mil, las encomiendas se transformaban en
verdaderos pueblos.
Fundador de misiones jesuíticas.
Roque se
dirigió a la región del Chaco paraguayo como su primer campo de acción
misional. El éxito de su actividad no fue el esperado, pero consiguió mejorar
las relaciones de los indígenas con los habitantes de la ciudad. Dos años más
tarde fue nombrado superior de la primera comunidad o “reducción” del Paraguay.
Las “reducciones” eran las comunidades de pobladores que se reunían o
congregaban en asentamientos de misión.
La visión de San Roque sobre las reducciones se conserva en
una carta enviada a su hermano Francisco: “Nosotros trabajamos por la justicia.
Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura servidumbre
personal en la que ahora se encuentran. En justicia, ellos están exentos de
esto por ley natural, divina y humana.”
Su desempeño como misionero fue notable, ya que poseía una
gran facilidad para comunicarse con los guaraníes en su misma lengua. Fue
explorador incansable, el primero en navegar el río Uruguay hasta llegar a
Buenos Aires. Allí fue recibido por el gobernador Francisco de Céspedes,
autoridades eclesiásticas y por el pueblo, maravillados todos por su audacia
como explorador navegante y por su celo apostólico. Históricamente y por sus
hazañas, que transcendieron su labor apostólica, se lo recuerda como “el
conquistador sin espada”.
El Obispo de Asunción lo nombró Párroco de la Iglesia
Catedral y después Vicario General de la Diócesis, pero Roque no aceptó este
cargo porque quería continuar evangelizando a los indígenas. En mayo de 1609
ingresó a la Compañía de Jesús y así comenzó a ser el gran misionero del Río de
la Plata.
El deseo de llevar el Evangelio a todo el mundo lo animaba a
seguir adelante. En 1613 reconstruyó la misión de San Ignacio, fundó nuevas
misiones, las organizó y les dio estabilidad, de acuerdo con sus posibilidades.
Las crónicas de la época lo presentan sumido en la pobreza más dura y en una
intensa y desigual lucha contra enfermedades de distinto tipo, entre ellas el
cólera.
Gran devoto de la Virgen María.
Roque se había
consagrado a la Virgen María y con ella conquistaba corazones para Cristo, por
lo cual la llamaba “La Conquistadora”. Muchas veces, con sólo levantar un
cuadro con la imagen de nuestra Señora, los indios admiraban la belleza de
María y sin pronunciar palabra se convertían. Toda su vida se dedicó al
servicio de los indios que habitaban en las vastas regiones del Paraguay y
otros territorios que actualmente forman parte de Argentina, Uruguay, Brasil y
Bolivia.
En 1611 fue destinado a la reducción de San Ignacio Guazú,
donde permaneció cuatro años. Se dedicó a trabajar sobre las márgenes del río
Uruguay y en los años siguientes fundó las reducciones de San Nicolás, San
Francisco Javier, y los centros de Candelaria, y Concepción de la Sierra. Su
labor se extendió hacia el sur, donde fundó Yapeyú, en la actual provincia
argentina de Corrientes. Luego se dirigió tierra adentro, hacia los territorios
de Brasil, como Asunción del Iyuí, Caaró, etc., permaneciendo en esa zona hasta
1628.
El martirio.
Al extenderse hacia las riberas del
Río Grande do Sul (en el sur del Brasil), los éxitos de Roque y sus compañeros
misioneros, entre ellos dos jóvenes sacerdotes españoles, Alfonso Rodríguez y
Juan del Castillo, provocaron la hostilidad de algunos grupos indígenas. El 15
de noviembre de 1628, Roque celebraba la Santa Misa cerca de Caaró, donde
planeaba iniciar una nueva reducción. Al terminar la celebración eucarística
salió al exterior acompañado de unos indios para colgar la campana de la
Iglesia, y en ese momento un cacique mandó a un grupo de sus indios a asesinar
a los misioneros y destruir la reducción. Los cadáveres fueron arrojados a una
hoguera.
Durante el martirio de San Roque y sus compañeros se
produjeron hechos sorprendentes y milagrosos que la crónica religiosa relata de
la siguiente manera: “Reunidos los indígenas alrededor de la hoguera humeante
donde se consumían los cadáveres mutilados de los misioneros, aquéllos oyeron
aterrorizados la voz de Roque que les decía: ‘Aunque me maten, no muero, porque
mi alma va al cielo’, y al mismo tiempo les prometía ayuda espiritual. Ante
semejante situación, el cacique, convencido de que era imposible que tales
palabras fueran pronunciadas, ya que la cabeza de Roque se hallaba separada del
cuerpo, mandó que le abrieran el pecho y le atravesaran el corazón con una
flecha.
Al enterarse del martirio de los tres misioneros, el capitán
Manuel Cabral partió desde Itatí para castigar a los culpables, comprobando el
hallazgo del corazón de Roque atravesado por una flecha. El corazón de Roque,
tan lleno de amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto y cinco
años más tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del martirio: un
hacha de piedra.
Cabe observar que ninguno de los misioneros murió a manos de
los indios guaraníes de las reducciones, sino por orden probablemente de los
“paulistas”, procedentes de São Paulo, Brasil, que eran cazadores de esclavos y
para quienes los jesuitas eran enemigos, ya que defendían a los indios.
El primer santo criollo rioplatense.
Al
cumplirse el tercer centenario de sus martirios, Roque de Santa Cruz y sus dos
compañeros mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados.
Más tarde, en 1960, el corazón de Roque y el hacha de su martirio fueron
trasladados a Paraguay, donde ahora están expuestos en la Capilla de los
Mártires, en el colegio de Cristo Rey. En la misma capilla hay una placa con
los nombres de 23 misioneros jesuitas martirizados en la región.
En el Paraguay se le tiene gran veneración a San Roque y se
le tiene por Santo Patrono y Protector del país; su sepultura se encuentra en
el Panteón de los Héroes. A esto se debe también que el actual puente carretero
y ferroviario internacional sobre el río Paraná que une las ciudades de Posadas
(Argentina) y Encarnación (Paraguay) lleve el nombre de San Roque González de
Santa Cruz.
Más tarde, el 16 de mayo de 1988, el Papa Juan Pablo II lo
proclamó santo mártir de la Iglesia, en Asunción del Paraguay, juntamente con
sus compañeros y en 1999 fue proclamado Patrono Americano de las Misiones,
junto con Santa Teresita de Lisieux.
(Fuente:
la-palabra.com)
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