«Hay mayor felicidad en dar que en recibir». El creyente
experimenta una profunda satisfacción siguiendo la llamada interior de darse a
los otros sin esperar nada.
El esfuerzo del cristiano por promover la justicia, su compromiso de defender a
los más débiles, su acción humanitaria para procurar el pan a quién carece de
él, por curar a los enfermos y prestar ayuda en las diversas emergencias y
necesidades, se alimenta del particular e inagotable tesoro de amor que es la
entrega
total de Jesús al Padre. El creyente se siente impulsado a seguir las
huellas de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre que, en la perfecta
adhesión a la voluntad del Padre, se despojó y humilló a sí mismo, (cf.
Filipenses 2,6 ss), entregándose a nosotros con un amor desinteresado y total,
hasta morir en la cruz. (San Juan Pablo II)
Todos podemos experimentar esta felicidad roguemos a nuestro Señor nos regale esta gracia
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