El Santo Padre dedicó la catequesis de la audiencia general
de los miércoles al valor salvífico de la resurrección de Jesús. Después de
haber recorrido la Plaza de San Pedro en automóvil descubierto y saludado a las
miles de personas que aplaudían a su paso, el Papa explicó que la fe cristiana
“se basa en la muerte y resurrección de Cristo, como una casa construida sobre
los cimientos: si estos ceden, toda la casa se derrumba. En la cruz, Jesús se
ofrece a sí mismo; tomando sobre sí nuestros pecados y descendiendo en el
abismo de la muerte y en la resurrección los derrota, los elimina y abre el
camino para renacer a una nueva vida”.
“Con la resurrección de Jesús -prosiguió- sucede algo
absolutamente nuevo: somos liberados de la esclavitud del pecado y nos convertimos
en hijos de Dios, somos engendrados a una nueva vida. ¿Cuando ocurre ésto? En
el Sacramento del Bautismo que en la antigüedad, se recibía normalmente por
inmersión... después del cual los bautizados salían de la pila y se ponían la
nueva vestidura blanca, es decir nacían a una nueva vida, sumergiéndose en la
muerte y resurrección de Cristo”.
“En la carta a los Romanos, dijo el Papa, San Pablo escribe:
“Han recibido el Espíritu que los hace hijos adoptivos, por medio del cual
exclamamos:" ¡Abba! Padre ". El Espíritu que recibimos en el bautismo
nos enseña, nos empuja a llamar a Dios “Padre” o mejor. “Abbà” que significa
“papá”. Así es nuestro Dios: es un papá para nosotros. Este es el don más
grande que recibimos del Misterio Pascual de Jesús. Dios nos trata como hijos,
nos comprende, nos perdona, nos abraza, nos ama aun cuando nos equivocamos”.
Sin embargo, esta relación filial con Dios “no es como un
tesoro que escondemos en un rincón de nuestras
vidas: debe crecer, ser
alimentada cada día con la escucha de su Palabra la oración, la participación
en los sacramentos, sobre todo la Penitencia y la Eucaristía y la caridad”.
“¡Podemos vivir como hijos! Esta es nuestra dignidad,
tenemos dignidad de hijos. Comportémonos como verdaderos hijos. Esto significa
que cada día tenemos que dejar que Cristo nos transforme... significa tratar de
vivir como cristianos, tratar de seguirle, incluso si vemos nuestras
limitaciones y nuestras debilidades. La tentación de dejar de lado a Dios para
ponernos a nosotros mismos en el centro nos acecha siempre... Por eso debemos
tener el valor de la fe y no dejarnos llevar por la mentalidad de quien nos
dice: "Dios no hace falta, no es importante para ti."
“Al contrario, sólo comportándonos como hijos de Dios, sin
desanimarnos por las caídas, sintiendo que nos ama, nuestra vida será nueva,
inspirada por la serenidad y la alegría. ¡Dios es nuestra fuerza! ¡Dios es
nuestra esperanza!”, enfatizó el Pontífice.
“Nosotros somos los primeros que tenemos que mantenernos
firmes en esta esperanza y ser un signo visible, claro y brillante para todos,
señaló Francisco.
“El Señor resucitado es la esperanza que no falla, que no
defrauda. ¿Cuántas veces en nuestra vida las esperanzas se desvanecen? ¿Cuántas
veces las expectativas de nuestros corazones no se hacen realidad? La esperanza
de los cristianos es fuerte, segura, arraigada en esta tierra, donde Dios nos
llamó a caminar, y está abierta a la eternidad, porque está fundada en Dios,
que es siempre fiel... Ser cristiano no se reduce a seguir unos mandamientos:
quiere decir estar en Cristo, pensar, actuar y amar como Él, es dejar que él
tome posesión de nuestra vida y la cambie, la transforme, para liberarla de la
oscuridad del mal y del pecado”.
“A quien nos pide dar cuenta de la esperanza que hay en
nosotros, mostrémosle a Cristo Resucitado y hagámoslo con el anuncio de la
Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados. Mostremos la alegría
de ser hijos de Dios, que nos da la libertad de vivir en Cristo, que es la verdadera
libertad, la de la esclavitud del mal, del pecado y de la muerte! Miremos a la
patria celestial y así tendremos una nueva luz y más fuerza en nuestras tareas
y esfuerzos diarios. Es un valioso servicio que tenemos que prestar a este
mundo nuestro que a menudo ya no es capaz de levantar la mirada hacia arriba,
hacia Dios”, concluyó el Papa su catequesis.
(Fuente: aica.org)
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