La acción que el Espíritu Santo lleva a cabo en la guía de
la Iglesia y en cada uno de nosotros fue el tema elegido por el papa Francisco
para la catequesis de la audiencia general en estos días ya muy próximos a
Pentecostés. “Vivimos en una época en la que se es bastante escéptico respecto
a la verdad”, dijo el Santo Padre a las más de 75.000 personas presentes en la
Plaza de San Pedro.
“Benedicto XVI habló muchas veces del relativismo, es decir,
la tendencia a creer que no hay nada definitivo y a pensar que la verdad
proceda del consenso o de aquello que satisfaga nuestros deseos. Aquí me viene
en mente la pregunta de Pilatos cuando Jesús le revela el sentido profundo de
su misión: "¿Qué es la verdad?"
“Pilatos no entiende que ‘la’ Verdad está enfrente de él; no
puede ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios,...La
verdad no se aferra como una cosa: se encuentra. No es una posesión, es un
encuentro con una Persona”
“Pero, ¿quién nos hace reconocer que Jesús es ‘la’ Palabra
de verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que nadie puede
llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo a quien Jesús llamaba el
‘Paráclito’ que significa ‘el que viene en nuestra ayuda’, el que está a
nuestro lado para sostenernos en este camino de conocimiento”.
¿Cuál es entonces la acción del Espíritu Santo? “En primer
lugar -explicó el Pontífice- recuerda y graba en los corazones de los creyentes
las palabras que Jesús ha dicho y precisamente, a través de estas palabras, la
ley de Dios se inscribe en nuestros corazones y se convierte en el principio de
evaluación de nuestras decisiones y de guía en las acciones cotidianas; se
convierte en un principio de vida”.
El Espíritu Santo, como promete Jesús, “nos conduce "a
toda la verdad"; nos lleva no sólo al encuentro con Jesús, que es la
plenitud de la verdad, sino que nos guía "dentro" de la Verdad; es
decir, nos hace entrar en una comunión cada vez más profunda con Jesús, dándonos
la inteligencia de las cosas de Dios. La Tradición de la Iglesia afirma que el
Espíritu de la verdad actúa en nuestros corazones suscitando ese “sentido de la
fe", a través del cual, como dice el Concilio Vaticano II, el Pueblo de
Dios, bajo la guía del Magisterio, se adhiere indefectiblemente a la fe
confiada, penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más
plena aplicación en la vida”.
“Preguntémonos: ¿estoy abierto a la acción del Espíritu
Santo, le rezo para que me dé luz y me haga más sensible a las cosas de Dios?
Es una oración que tenemos que rezar todos los días: “Espíritu Santo, haz que
mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al
bien, a la belleza de Dios todos los días”. Quiero preguntarles algo: ¿Cuantos
de ustedes rezan todos los días al Espíritu Santo?”
“Serán pocos pero tenemos que cumplir este deseo de Jesús y
rezar todos los días al Espíritu Santo para que abra nuestro corazón”.
La recepción de las palabras y las verdades de fe, para que
se conviertan en vida, “se realiza y crece bajo la acción del Espíritu Santo.
En este sentido, debemos aprender de María, reviviendo su "sí", su
disponibilidad total para recibir al Hijo de Dios en su vida, que desde ese
momento se ha transformado. A través del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo
toman morada en nosotros, vivimos en Dios y de Dios”.
“Tenemos que dejarnos inundar de la luz del Espíritu Santo,
para que Él nos introduzca en la verdad de Dios, que es el único Señor de
nuestra vida. En este Año de la Fe preguntémonos si hemos dado algunos pasos
concretos para llegar a conocer más a Cristo y las verdades de la fe. Pero al
mismo tiempo preguntémonos qué pasos estamos dando para que la fe oriente toda
nuestra existencia. ¡No se es cristiano "a tiempo determinado", en
algunos momentos, en algunas circunstancias, en algunas opciones, se es
cristiano en todos los tiempos! La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos
enseña y nos da, interesa para siempre y totalmente nuestra vida diaria.
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