Nadie da lo que no tiene. Para transmitir fielmente el mensaje de Dios debes llenarte de Dios.
El catequista
tiene una profunda vida interior
El catequista tiene una profunda vida interior
Nadie da lo que no tiene. Para transmitir fielmente el
mensaje de Dios debes llenarte de Dios: ser una persona con una profunda vida
interior, que reconoce el valor de la oración y que ama profundamente a Jesucristo
y a su Iglesia. Este amor forzosamente se reflejará en tu trabajo de
catequesis.
Por esto, el catequista que la Iglesia necesita:
- Tiene una profunda vida de oración.
- Mantiene una relación personal con Jesucristo. Lo ama
real y apasionadamente.
- Su ejemplo transmite una convicción profunda de la fe
católica, comunica una gran experiencia de Dios, contagia el amor de Cristo a
los demás. Viendo al catequista, los alumnos descubren y experimentan a Dios de
manera personal en sus vidas.
- Reconoce la acción de Dios en su tarea de catequesis,
lo deja actuar por medio del Espíritu Santo, y
recuerda siempre que él sólo es
un instrumento para sembrar la semilla que Dios hará germinar.
- Valora la vida de Gracia y por ello se acerca
frecuentemente a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Sabe que si
el sarmiento se separa de la vid, no podrá dar fruto.
- Ama a la Iglesia profundamente. Se alegra con sus
triunfos y se entristece con sus fracasos. La defiende de los ataques de sus enemigos
y trabaja por su extensión.
- Reconoce al Papa como la autoridad suprema de la
Iglesia. Estudia su palabra y la toma como propia.
- Ama a las almas de todos los hombres. Se preocupa por
sus salvación eterna y por eso ora por ellos y trabaja eficazmente para que en
todas ellas reine Jesucristo.
- Reconoce a María como su gran aliada en la tarea de
catequesis. Le tiene una gran devoción que la manifiesta con la imitación de
sus virtudes.
- Su testimonio guía a los alumnos a preferir a Dios
sobre los atractivos del mundo, es testigo del gran tesoro de la fe católica
por el cual vale la pena luchar. Es capaz de motivarlos a mejorar y crecer como
hombres y como cristianos siguiendo el ejemplo de Cristo.
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