(Material para fortalecer el tema del 2º EDC)
La Lectio Divina puede ayudarte a saborear en la oración la
Palabra de Dios según el Evangelio de cada domingo. Te invitamos a meditar de
la Palabra según el método de la “lectio divina” o “lectura orante de la
Palabra”.
¿Qué es la “lectio
divina” o lectura orante de la Palabra?
• Es un método muy antiguo en la Iglesia para orar desde y
con la Palabra de Dios.
• No es sólo una la lectura de algún texto bíblico.
• Es un proceso o itinerario que nos lleva al encuentro con
el Señor por medio de la Palabra.
• Es un encuentro con el Verbo, Jesús de Nazaret, que es el
centro de toda la Biblia y la Palabra definitiva y total del Padre.
• Dios nos habla en su Palabra. Y nosotros le respondemos en
la oración.
• La lectura orante (lectio divina) es el diálogo de oración
(alabanza, acción de gracias, petición de perdón y petición de gracias) entre
Dios y el creyente por medio de la Palabra.
El concilio Vaticano
II lo recomendó afirmando:
“El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los
fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para
que adquieran -la ciencia suprema de Jesucristo- (Flp 3, 8), -pues desconocer
la Escritura es desconocer a Cristo-…. (Los fieles) recuerden que a la lectura
de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el
diálogo de Dios con el hombre, pues -a Dios hablamos cuando oramos, a Dios
escuchamos cuando leemos los oráculos divinos-” (Dei Verbum 25).
El Papa Benedicto XVI
nos recomienda esta antigua práctica que literalmente quiere decir «lectura de
Dios»:
"La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada
por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se
escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una
confiada apertura del corazón".
Esta propuesta ha recibido en los últimos cuarenta años un
nuevo impulso en toda la Iglesia tras la publicación de la constitución
dogmática «Dei Verbum» del Concilio Vaticano II (18 de noviembre de 1965).
«Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido
de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia»
«No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara
para nuestros pasos y luz en nuestro camino»
Si bien la lectura orante de la Biblia se remonta a los
primeros cristianos, el primero en utilizar la expresión «Lectio divina» fue
Orígenes (aproximadamente 185-254), teólogo, quien afirmaba que para leer la
Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración.
Más adelante, la «Lectio divina» se convirtió en la columna
vertebral de la vida religiosa. Las reglas monásticas de Pacomio, Agustín,
Basilio y Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia,
la triple base de la vida monástica.
La sistematización de la «Lectio divina» en cuatro peldaños
proviene del siglo XII. Alrededor del año 1150, Guido, un monje cartujo,
escribió un librito titulado «La escalera de los monjes», en donde exponía la
teoría de los cuatro peldaños: la lectura, la meditación, la oración y la
contemplación».
«Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la
tierra hasta el cielo», afirmaba.
Cómo orar con la Palabra de Dios
La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es
una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu
encuentro. Estos pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra.
1. Invoca… al Espíritu Santo. Pídele que te ilumine y te
abra a la comprensión de la Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.
2. Lee… muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo. Lee
también algún comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto.
Dale tiempo al Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra.
3. Medita… qué te dice la Palabra que has leído lentamente.
Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta
pregunta: qué me dice esta Palabra.
4. Ora… respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la
Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu
Palabra.
5. Contempla… quédate impresionado, fascinado, en silencio,
en calma. Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor
del sol.
6. Actúa…. Haciendo un compromiso que brote de este
encuentro con el Señor. Es el salto a la vida. Animado e invadido por la
Palabra, regresa a la vida con otra actitud.
Recuerda: “El
Evangelio es el libro de la vida del Señor y está escrito para que se convierta
en el libro de nuestra vida… No sólo hay que leerlo, sino interiorizarlo. Cada
Palabra es Espíritu y vida, y está esperando un corazón hambriento para entrar
en él” (M Delbrel).
Si eres fiel a la oración con y desde la Palabra de Dios, tu
vida irá cambiando. La Palabra te hará confrontar tus criterios, valores,
sentimientos, actitudes y conducta con lo que ella misma te vaya inspirando.
Ama la Palabra, estúdiala, déjala que moldee tu personalidad. Te lo deseo
vivamente.
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