Cuatro semanas antes de la Navidad la comunidad cristiana se
prepara para esta gran Solemnidad con el tiempo de Adviento. La Navidad
comienza con el día central, el 25 de diciembre, día del Nacimiento de
Jesucristo y se extienda hasta la Fiesta del Bautismo del Señor.
Las fiestas sucesivas son: (26) San Esteban, el protomártir;
(27) San Juan, el discípulo amado; (28) Santos Inocentes, los niños asesinados
por mandato de Herodes para terminar con
la vida del Mesías; (Domingo
siguiente a la Navidad)Sagrada Familia; (1 de enero) Santa María, Madre de Dios
; (6 de enero) Epifanía o Fiesta de los Reyes; (Domingo siguiente a Epifanía) Y
el Bautismo de Nuestro Señor, con que termina el tiempo litúrgico de la
Navidad.
La liturgia celebra la manifestación al pueblo Judío
(Natividad, 25 de Diciembre), y al gentil (Epifanía, 6 de Enero) del gran
Misterio de la Encarnación, que consiste en la unión en Jesús del Verbo,
“engendrado de la substancia del Padre antes que todos los siglos” con la
humanidad, “engendrada de la substancia de su Madre en el mundo”. Y este
Misterio se
completa mediante la unión de nuestras almas con Cristo, el cual
nos engendra a la vida divina.
A todos cuantos le recibieron les dio poder de
ser hijos de Dios. La afirmación del triple nacimiento del Verbo, que recibe
eternamente la naturaleza divina de su Padre, que “eleva a Sí a la humanidad”
que le da en el tiempo la Virgen santísima y que se une en el transcurso de los
siglos a nuestras almas, constituye la preocupación de la Iglesia en esta
época.
Dice San Pablo que “Dios habita en una inaccesible luz” y
que precisamente, para darnos a conocer a su Padre baja Jesús a la tierra.
“Nadie conoce al Padre si no es Hijo, y aquél a quien pluguiere al Hijo
revelarlo”. Así el Verbo hecho carne es la manifestación de Dios al hombre.
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