¡Ven, Señor, no tardes más! |
Del 17 al 23 de diciembre, resuenan en los Oficios del
Adviento las solemnes antífonas llamadas "O". Se las conocen por este
nombre porque comienzan todas con la exclamación O.
Son como las últimas explosiones de las fervientes
plegarias de Adviento, y los últimos y más apremiantes llamamientos de la
Iglesia al suspirado Mesías.
En cada una se llama al Mesías con un nombre distinto:
Sabiduría, Adonai, Oriente, Rey, Emmanuel (Dios con nosotros).
Todas ellas poseen la misma estructura, estilo literario
y una misma melodía musical.
En las catedrales y monasterios, la entona cada día un
canónigo o un monje distinto, revestido de pluvial y entre ciriales y repiques
de campanas.
Antiguamente, al menos en las abadías, después del Abad y
del Prior las entonaban por su orden: el monje jardinero, el mayordomo, el
tesorero, el preboste y el bibliotecario, en atención a la afinidad que creían
hallar entre cada uno de esos títulos y sus respectivos cargos.
En las Vísperas de estos días numerosos fieles laicos,
mezclarán sus voces con las de los sacerdotes, religiosas, religiosos y monjes
a fin de disponer progresivamente sus corazones para las alegrías de Navidad.
O Sapientia, O
Adonai, O Radix, O Clavis, O Oriens, O Rex, O Emmanuel.
Las letras iniciales de estas Antífonas, invertidas,
forman dos palabras latinas: ERO CRAS, esto es: "Estaré mañana".
Estaré mañana: es como la respuesta divina a la súplica
de la Iglesia en cada una de estas Antífonas, y durante todo el tiempo del
Adviento: VENI, ¡VEN! ¡Ven a enseñarnos, ven a rescatarnos, ven a
salvarnos,
ven, Señor!
Las Antífonas “O”, encierran en si toda la médula del
Adviento; ojalá que ellas expresen nuestro deseo ardiente de recibir, en día de
Navidad, al Niño Jesús: la Sabiduría infinita, El Señor, el Hijo de María, la
Llave del Cielo, el Sol naciente, el Rey de la naciones, el Emmanuel, sí, que
lo recibamos con un corazón purificado, maravillado, y sediento de santidad,
con un corazón de niño.
O SAPIENTIA, ¡OH
SABIDURÍA!: Oh Sabiduría que brotas de los labios del Altísimo, abarcando
del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y
muéstranos el camino de la salvación.
Nuestro Señor es el Verbo de Dios, su Palabra
sapientísima y eterna que dispone todas las cosas con fuerza y con suavidad. Él
es la expresión perfecta del Padre, igual a Él, verdadero Dios cuyos designios
son sin falla. Por eso, al fin de esta Antífona Le pedimos que venga a
enseñarnos el camino de la salvación, para que no sigamos los caminos de este
mundo, que son sumamente imprudentes, porque conducen a la perdición.
Día 18:
O ADONAI : Oh
Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza
ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu
brazo.
Nuestro Señor es el Jefe por excelencia, el Legislador,
el Autor infalible de la ley natural, del decálogo que dio a Moisés sobre el
monte Sinaí, antes de guiarlo con su poder divino para libertar a su pueblo.
Por eso, al fin de esta Antífona, pedimos al Señor y Legislador, a Adonai, que
venga a rescatarnos con el poder de su brazo.
Día 19:
O RADIX JESSE, ¡OH
RAÍZ DE JESÉ!: Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo
para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las
naciones, ven a librarnos, no tardes más.
El tallo que sale de la raíz de Jesé es la Santísima
Virgen María, a quien todas las generaciones proclaman bienaventurada, a quien
los reyes consagraron sus reinos y a quien todos los pueblos que pasaron del
paganismo al cristianismo veneran ahora como a su Reina. La Virgen María,
nuestra Madre, a quien millones de almas deben su salvación, es la figura
principal del Adviento, por ser Aquella de quien nacerá Jesús, Aquella que
concibió por el Espíritu Santo, Aquella que es nuestra Estrella en este mundo
peligroso para nuestras almas. Por eso, al fin de esta Antífona, pediremos a
Nuestro Señor que venga y que no tarde a salvarnos por María.
Día 20:
O CLAVIS DAVID,
¡OH LLAVE DE DAVID!: Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que
abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los
cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte.
El Salvador prometido posee la única llave que abrirá las
puertas de cielo, cerradas por el pecado de Adán y Eva. Esta llave es la Cruz.
Al fin de esta cuarta Antífona, Le pediremos que venga y saque de su prisión a
los cautivos sentados en tinieblas y en sombras de muerte.
O ORIENS, ¡OH
ORIENTE!: Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de
justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de
muerte.
El Salvador disipará las tinieblas del error y del
pecado, como el sol naciente disipa las tinieblas de la noche.
Tanta gente, hoy, está des-orientada porque está lejos de
Nuestro Señor, de su Verdad y de su gracia. ¡Pobres almas, tan numerosas, que
festejarán Navidad con glotonerías, embriagueces y sensualidades, con regalos
corruptores y luces artificiales, y con un viejo y feísimo Papa Noel mundano,
pero sin la paz del Niño Jesús! Por eso, al fin de esta Antífona, se pide a
Nuestro Señor que venga y alumbre a los sumidos en tinieblas y en sombras de
muerte.
Día 22:
O REX GENTIUM, ¡OH
REY DE LAS NACIONES!: Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al
hombre que formaste del barro de la tierra.
Jesucristo es el único Salvador, tanto de los judíos como
de los paganos. ¡No hay que esperar o buscar otro!
El Niño Jesús es EL Salvador. Hay solo un Dios y
Salvador, como hay solo una criatura humana, creada por Dios y rescatada por
Jesucristo. Por eso, al fin de esta Antífona, pediremos al único Salvador de
las almas que venga y salve al hombre, a todo hombre, sin distinción de credo,
nacionalidad o color.
Día 23:
O EMMANUEL
DIOS-CON-NOSOTROS: Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las
naciones y salvador de los pueblos, ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!
En esta última gran Antífona, la Iglesia llama al
Salvador Emmanuel, palabra que significa en hebreo: Dios con nosotros.
Dios eligió a algunos pescadores de Galilea con ellos
habló, comió, caminó, les reveló los secretos de su Amor infinito; Nuestro Señor
los hizo Apóstoles y columnas indestructibles de la Iglesia.
La Iglesia, que hace a Jesucristo realmente presente
entre nosotros, en la Santísima Eucaristía, presente en el sagrario, presente
sacramentalmente en los que reciben la sagrada comunión, presente por su gracia
en nuestras almas.
El hombre sin Jesucristo está en la peor situación que se
pueda imaginar: su alma nunca conocerá la verdadera felicidad porque nunca
descansará en Jesucristo, su principio y su fin, ahora y por la eternidad. Por
eso, al fin de esta Antífona se pide que nuestro Señor y a Dios que venga a
salvarnos.
(Fuente:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE NUESTROS LECTORES